“Se están pasando de vivos”: Stones en Rio


2006
Muchas horas de espera, para algunos hasta días, bajo un calor de  cerca a los 40 grados, poca agua, incomodidad y poco sueño han sido el precio para poder ver de cerca de la mayor banda del rock de la historia. Cerca a las diez de la noche, las luces se apagaron y apareció en la pantalla gigante una secuencia de imágenes que hacían alusión a la famosa explosión combinada con la boca y la lengua que se había creado en el Pop-art de los años 60 para identificarlos. De pronto, se escuchó la guitarra de Keith Richard sustituyendo el caótico y estruendoso sonido de la explosión del “Bang” por los acordes de la famosa canción "Jumpin Jack Flash" del 68. Pelos y pieles erizadas. Fue la entrada del mayor grupo de rock de la historia para un millón trescientas mil personas en el ritual más grande y espectacular de la historia del grupo y del rock.
Mick Jagger vestía una polera brillosa cubierta con una chaqueta plateada apretada al cuerpo. Sus movimientos eran los mismos de hacen más de cuarenta años, cuando comenzaron a marcar el compás de la historia de la música más importante y poderosa del siglo XX, el rock. Mucha agilidad para sus 62 años de vida espectacular. Su presencia era la de un ídolo de masas que conecta una década de efervescencia política y revolucionaria con un presente bastante despolitizado y un sistema económico-político consolidado.
Para nosotros, pobres fans del tercer mundo, fue la personificación de lo que durante las últimas cuatro décadas ha significado la creación de un espacio imaginario no sólo de trinchera para algunas luchas por derechos humanos, sino -especialmente- el refugio cultural y simbólico más protegido y seguro (reconocimiento, celebración de identidades, comunidades democráticas) ante el absurdo mundo creado por la sociedad industrial y, en nuestro continente, frente a un sistema enclenque que está buscando alcanzar algo de bienestar, después de caer tantas veces en ridículas tiranías. Los movimientos y gestos de Jagger rescatan la actitud de insatisfacción de los jóvenes desde los 60, aunque ahora “satisfaction” suene más a canción sistémica que a rebelde. El año 2000 fue declarada la canción más importante y representativa del siglo. Mick Jagger recibió homenajes de los Reyes de Inglaterra que lo nombraron Caballero del Reino. Para muchos fue un acto de traición a los ideales del rock. A los Beatles nadie les reprochó nada por lo mismo. Eran más comportaditos, claro.
Si hay algo que se perdió después de cuatro décadas en esta banda es la irreverencia. “Voces são fantásticos” elogió Mick a los entusiastas espectadores. "Copacabana, esta é a melhor festa do mundo". Piropos a un público conformado por “jóvenes” setentones y pubertos de 12 o menos. Muchos ni sabían con precisión a quienes estaban viendo. En los 60 eso sería imposible. No en vano fue un mega concierto dentro de una mega gira mundial que ya recaudó 168 millones de dólares sólo el 2005. Ningún grupo ganó tanto en este período. Todavía ganará más.
Este concierto fue patrocinado por el gobierno de Rio de Janeiro y un empresario especialista en estos negocios. La Red Globo, una de las más grandes del mundo, se dió el lujo de comprar derechos de transmisión en vivo y directo para sus millones de televidentes nacionales y de otros países como México, Canadá y EEUU. El concierto tuvo que ajustarse a sus requerimientos de tiempo televisivo: dos horas exactas. Se lanzará un cd y dvd dentro de dos meses. La “stone” de hacer plata seguirá rodando. Fukuyama diría esta vez sin temor a equivocación: “la ideología terminó”. John Lennon ya lo dijo a fines de los 60: “the dream is over”.  El capitalismo se apropió del  sentido rebelde y lo convirtió en mercancía. Pero ojo: el capitalismo lo hacemos todos.
El palco tenía 22 metros de altura equivalentes a un edificio de ocho pisos. La superficie era de 28 metros por 60. Además de los instrumentos del grupo había espacio para los acompañantes: tres coristas, cuatro vientistas, un tecladista, un segundo bajista y bastante campo para las movidas de Jagger. En la parte frontal había una especie de corredor de unos 60 metros por el que Jagger corrió bailando hacia el medio del público un par de veces. También era la base para que una plataforma se desprenda del palco principal, con toda la banda encima, hacia la punta que se encontraba en medio de la gente. Esos fueron los momentos más efusivos del concierto. De rato en rato emergían cuerpos desmayados entre la muchedumbre hacia los puestos de atención rápida. A un fan paceño se lo vio desvancerse entre la gente y perderse entre varias manos de agentes de Cruz Roja. Después supimos que fingió el desmayo para que le den agua y le permitan quedarse en la zona VIP.
Se distribuyeron diez y seis torres a lo largo de casi tres kilómetros de la playa. Cada torre tenía un poderoso juego de luces además de su pantalla enorme. El sonido tenía una potencia de 250.000 watts. Empresas de navegación vendieron paquetes para turistas que asistieron al concierto desde sus pequeñas y medianas embarcaciones apegadas a la playa. Hubo embotellamiento en el mar. Todos los edificios quedaron repletos de gente que vivió las emociones de la fiesta.
La organización fue impecable, no había posibilidad de avalancha porque se separaron franjas de gente con rejas de metal muy bien reforzadas. A esto se suma la acertada decisión de invitar como telonero al mayor grupo de rock “made in Brasil”: Los Titanes. Su sola presencia, de una hora, con sus mejores temas, fue un regalo para los incodicionales espectadores. Imposible hablar del buen rock latinoamericano sin los poderosos “Titãs”. La primera agrupación telonera, Afro-reaggae, era un bodrio indefinido que mezclaba pelotudamente el rap, la batucada de Bahía y algo del ritmo jamaiquino, con coros cursis de género. Un Asco.
El sonido tuvo algunas fallas para estos grupos que se superaron sin problema. Profesionalismo digno de espectáculos gigantes. Otro show importante de los Stones fue en Toronto el 2003 que tuvo 500.000 asistentes.
En Copacabana tocaron 20 temas de su repertorio más tradicional, hasta algunos del último disco que incluye ritmos como funk, blues y alguna lenta. Es considerado un disco bueno. Ya ganó un Grammy la semana pasada. Comenzaron con Jumpin" Jack Flash", "It's Only rock and roll”, "You Got Me Rock", "Tumblin dice", "Oh no not you again", "Wild Horses", "Rain fall down", "Midnight rambler", "The night time is the right time", "This place is empty" que la cantó Keith Richards solo, "Happy", "Miss You", "Rough Justice", "Get off of my cloud", "Honky tonk woman", "Sympathy for de devil", el tema más poderoso de este concierto y uno de los más importantes en la discografía de los Stones. Jagger vestía un frack de color negro y sombrero de copa mientras el público cantaba a voz en cuello el coro de la canción. Luego tocaron el poderoso tema "Start me up", versión impecable en fuerza. "Brown Sugar", "You Can't Always get what you want" y terminaron su presentación con el clásico (I Can't Get No) Satisfaction. A esta altura Mick vestía una polera con la bandera del Brasil.
Los cuatro saludaron al público abrazados y el millón, y más, de gente, comenzó, satisfecha y relamiéndose, la retirada de uno de los espectáculos más importantes de la historia de la humanidad: The Bigger Bang Show.
Fue un regalo fantástico para nuestro continente. Probablemente entre los últimos que estos genios de la música puedan dar pese a su sorprendente fuerza y vitalidad. Hay quien diga, “los Stones se están pasando de vivos”. Felizmente, porque gracias a ellos los jóvenes de todas las edades todavía pueden inventar en el imaginario lo que el mundo material les niega sistemáticamente.









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