¿A que va gente al Corso?
2005
El Corso de Corsos es para los cochabambinos el
mejor momento del Carnaval. Es la despedida mayor de la fiesta para el país y
se constituye en un momento y lugar privilegiado para visualizar las conexiones que hace la gente de su pasado
y memoria histórica, con sus preocupaciones presentes y sus ambiciones que
proyecta para el futuro.
Para los bolivianos es un punto intermedio que
además sirve de encuentro entre las dos tendencias casi opuestas que
presentan la religiosidad orureña y la
lujuria camba como celebraciones principales del Carnaval boliviano.
Hasta hace algunas décadas, el Corso de Corsos
invadía el Prado de Cochabamba para regocijar la tradición de un carnaval
colonial lleno de juego, cantos
satíricos y eróticos que tocaban creativamente las heridas del poder local y
nacional en una ambiente de convivencia, participación y risa.
Con la creciente difusión turística del Carnaval de
Oruro y la recreación de un Carnaval con poca raíz en la tradición y más
asimilación del festejo brasileño en Santa Cruz en los años 70, los
cochabambinos estaban casi resignándose a perder el Corso. Sin embargo, desde que se decidió
trasladarlo al siguiente sábado del Carnaval, se ha constituido en factor de
integración no sólo local y nacional, sino además de proyección, síntesis
cultural y libertad.
Más Bebida, Más Comunicación
Pero el clima de interacción se enriquece con el
erotismo de los bailes y del juego con agua, porque no podemos negar que el
juego con globos tiene un fuerte componente sexual, como síntoma de
desrepresión. En la Edad Media el Carnaval servía para celebrar la recuperación
del cuerpo y su sexualidad en un tiempo contrario al de la represión y de la culpabilidad
sexual definida por la cultura teocéntrica que vinculaba
el cuerpo, lo terreno, a las fuerzas del mal.
En nuestros carnavales la presencia de este
componente se manifiesta inclusive en Oruro que es el único Carnaval
religioso porque gira en torno de la
Virgen del Socavón. Ni qué decir del de Santa Cruz que no tiene motivación
religiosa alguna y presenta la
celebración de la belleza y el erotismo como factores centrales.
Los niveles de desrepresión y tolerancia se están modificando. En este
Corso grupos de gays han invadido no sólo las tribunas, sino también han sido
centro de atención para el público sorprendido que sólo les ha lanzado con
globos. En el pasado los proyectiles serían piedras. Más síntomas de tolerancia
y apertura cultural.
Risas y
Crítica
Recuperar la risa también es una característica del
Corso tradicional cochabambino. En el pasado, los grupos de copleros divertían al público con las letras de las
canciones cargadas de sátira dirigida a personalidades conocidas del medio. La
burla y la exageración son promotoras de un humor nada inofensivo por estar
cargado de crítica social, especialmente ante el poder y sus debilidades. El
Carnaval es el momento en el que el pueblo dice, cantando y riendo, lo que
piensa de las élites y no puede hacerlo fuera de la fiesta. Por tanto la risa
es profundamente política.
En el 2002, las coplas están casi en la extinción.
Tanto bailarines, como público parecen preferir caporales, aunque la crítica
social permanece, se desplaza inclusive hacia el Corso Infantil y felizmente
los soldados de regimientos se aprovechan para expresar sus temores y rencores
frente al poder y, claro, divertir a la gente.
Cabe destacar la última grabación del grupo Los
Kjarkas, que rescata justamente esos dos
componentes: crítica política y sexualidad.
La presencia de los soldados es un componente nuevo
en este Carnaval. Además del humor y la eventual crítica social, recurren al
“Realismo Grotesco” a través del cual, los carnavalescos siempre han expresado
su temores, frustraciones y ambiciones. Nunca dejan de tener vigencia las
bandas de guerra de los Colegios femeninos en los cuerpos toscos, nada
sensuales de soldados en tiempo de servicio militar. La ridicularización de las
personas provoca risa, solamente si es que tiene implícito un fondo de verdad.
Por eso la gente ríe.
Música de Fondo
Sin música tampoco hay carnaval. Probablemente éste
sea uno de los lenguajes más envolventes que ha inventado la humanidad para
comunicarse. Pero la búsqueda de significación unívoca cae en saco roto porque
se trata de un lenguaje que más que transmitir, provoca emociones. En el Corso
de Corsos, la diversidad de formas, ritmos y melodías es cada vez mayor. Pero
además de ello, cada ritmo, junto a su coreografía y su danza, se van
recreando, adaptando y asimilando elementos del entorno en una dinamicidad
altamente creativa, sólo posible gracias a la libertad propia de las culturas
populares.
Sin embargo no todos ven con buenos ojos esa
dinámica cultural. Hay quienes, aferrados a diversos espacios de poder, se
oponen al cambio, pretendiendo poner reglas al arte. Se escandalizan cuando los
pasos se erotizan o se incorporan elementos de manifestaciones “ajenas” a
“nuestra cultura”, como si lo simbólico estuviese clavado a la tierra.
Aberraciones autoritarias renacen cuando se busca mantener falsas purezas y
etéreas esencias en manifestaciones que justamente son ricas por su
dinamicidad. Pese a ello, el Corso se renueva permanentemente promoviendo emociones
y mucha comunicación.
Globalización Nacional
Las nuevas proyecciones de este festejo valluno
están permitiendo el cruzamieto de elementos del pasado valluno, con el
presente globalizado “a la boliviana”. pues quien no pudo ir a Oruro o a Santa
Cruz, podrá ver en este lugar carnavales de esas y otras regiones del país. Y
al contrario de la tendencia uniformizadora que se puede ver en la
globalización, la explosión de la diferencia es también visible como la otra
cara de la misma moneda.
Es una celebración de las identidades bolivianas
que se encuentran fraternalmente en el corazón del país, porque en Oruro sería
imposible ver una comparsa con su reina oriental , o una imponente Diablada en
el Corso de Santa Cruz. Eso sólo es posible en este nuevo espacio de
comunicación de identidades, tolerante, abierto, sin compromisos y rescatando
lo que el carnaval permite desde siglos atrás: intensos procesos de
interacción, crítica y renovación.
Tal vez por eso, el Corso de Corsos es el Carnaval más libre del territorio
nacional. Libre porque no tiene la necesidad de inventar una añorada identidad pura, distinta, propia y original
como se quisiera en santa Cruz y libre por no tener ningún compromiso que
supone ser -ahora- Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad. Sino
simplemente un espacio de libertad y florecimiento múltiple de las identidades
nacionales.
¿Qué cambió en el corso desde el 2005? (añadido 08/03/19)
Mucho. Disminuyó la libertad a nombre de controlar el consumo de alcohol.
- Ya no se toma tanto, pero se toma.
- Ya no se juega con agua, pero sí con espuma.
- Los policías son agentes de represión. Imponen miedo y reprimen cualquier indicio de transgresión.
- No persiguen maleantes, sino a jóvenes que toman.
- Ostentan una eficiencia inusual para casos más importantes. . Algunos se cubren el rostro emulando Robocops de películas hollywoodescas.
- Se impone el orden por miedo, en desmedro de la libertad propia de la fiesta.
- Los Caporales han perdido hegemonía. Al fin. El Salay los está superando velozmente.
- La crítica política no se ha perdido. El pueblo sigue diciendo lo que piensa en poderosos coros que asustan al poder.
- El mercantilismo ha tomado cuenta de casi toda la fiesta. Se venden paquetes que incluyen asiento, comida, bebida e identidad.
- Los públicos pobres están siendo sistemáticamente excluidos.
-Sigue siendo la fiesta sin compromiso patrimonial intangible, ni con la apología de la belleza de la mujer. Aquí todos los bolivianos pueden seguir bailando.
Mucho. Disminuyó la libertad a nombre de controlar el consumo de alcohol.
- Ya no se toma tanto, pero se toma.
- Ya no se juega con agua, pero sí con espuma.
- Los policías son agentes de represión. Imponen miedo y reprimen cualquier indicio de transgresión.
- No persiguen maleantes, sino a jóvenes que toman.
- Ostentan una eficiencia inusual para casos más importantes. . Algunos se cubren el rostro emulando Robocops de películas hollywoodescas.
- Se impone el orden por miedo, en desmedro de la libertad propia de la fiesta.
- Los Caporales han perdido hegemonía. Al fin. El Salay los está superando velozmente.
- La crítica política no se ha perdido. El pueblo sigue diciendo lo que piensa en poderosos coros que asustan al poder.
- El mercantilismo ha tomado cuenta de casi toda la fiesta. Se venden paquetes que incluyen asiento, comida, bebida e identidad.
- Los públicos pobres están siendo sistemáticamente excluidos.
-Sigue siendo la fiesta sin compromiso patrimonial intangible, ni con la apología de la belleza de la mujer. Aquí todos los bolivianos pueden seguir bailando.

Comentarios
Publicar un comentario