Imágenes deleznables


2009
La imagen personal es un derecho humano reconocido por la legislación y los códigos de ética de periodistas en este país y en el mundo. Todos tenemos derecho a proteger nuestra imagen personal, tanto en la dimensión espiritual como en la externa. Por ello, cada persona se cuida y proyecta la imagen que quiere sea reconocida por los demás.
Sin embargo, este es uno de derechos más vulnerados por la prensa sensacionalista que cada vez más contamina inclusive los medios reconocidos como formales. El afán por tener más rating, de parte de algunos periodistas, y directivos que así lo permiten, hace perder de vista el respeto a la dignidad de los ciudadanos. Hace unas semanas un canal de televisión mostró la noticia de una niña que había sido violada por un pariente. La noticia, además de tener un fondo de música de películas de terror y el tono macabro del locutor, mostraba el cuerpo y rostro de la niña en diferentes encuadres y planos secuencia con una destreza digna de películas de Hollywood. El tratamiento de la noticia no era informativo sino ficcional.
La secuencia fue repetida dos veces. En la primera se nubló la imagen para evitar identificar a la víctima. La Ley prohíbe identificar menores relacionados con delitos porque protege el honor, la imagen y la dignidad de las personas. Pero la segunda vez, no se nubló la imagen y se pudo ver claramente el rostro y el pequeño cuerpo que era exhibido como una pieza de mercado. La niña fue victimizada por segunda vez, la primera por su agresor sexual y la segunda por el canal de televisión que vulneró su dignidad personal.
Este aparente “descuido” por parte de quien controla los efectos de imagen, se ha convertido en costumbre en esta práctica detestable de varios medios. Es tan imperdonable como que un médico olvide un pedazo de gasa en el interior de un paciente operado.
Hace tres días, otro canal, con gente profesional, mostró un anciano que, en el día del médico, no estaba siendo atendido debidamente en el hospital. Se le dio alimento, lo que provocó la expulsión de materia por la herida de una reciente operación abdominal. El periodista mostró al señor en estado agónico mientras cuestionaba la irresponsabilidad del médico y las enfermeras. Informó que estaba desahuciado, estaba con cáncer y tenía pocos días de vida. El camarógrafo comedidamente mostró el cuerpo del anciano y alguien levantó la sábana descubriendo la enorme sutura. No contentos con ello, una mano retiró la gasa de la herida que quedó al descubierto. Luego se mostró el rostro del anciano en primer plano, se dio su nombre, edad y otros datos, mientras el texto se convirtió en un discurso de protesta. Todas esas imágenes fueron nubladas, supuestamente, respetando la imagen de la víctima y también al público televidente.
Sin embargo vino la segunda parte. El locutor no perdió el impulso de orador y, en un acto de denuncia pseudo-filantrópica, decidió continuar su retórica, pero esta vez con imágenes perfectamente nítidas. Cuerpo, herida, vendas, rostro, ojos semiabiertos, manos quietas de un señor de 88 años que merece respeto. Un anciano que está en situación de dolor y agonía y NADA, ni el heroísmo morboso, asumido arbitrariamente por el periodista, justifica semejante ataque al derecho a la intimidad, el honor, la imagen y la dignidad de ésta y de todas las personas. Eso sin tomar en cuenta que el televidente también merece respeto.
El periodista debe informar sobre temas de interés social, recordando que su límite son los derechos personales de los ciudadanos. Se puede hacer un periodismo que denuncie e incida en la gestión pública, pero siempre con profesionalismo expresado en la técnica y obviamente en la ética.

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