Imágenes deleznables
2009
La
imagen personal es un derecho humano reconocido por la legislación y los
códigos de ética de periodistas en este país y en el mundo. Todos tenemos
derecho a proteger nuestra imagen personal, tanto en la dimensión espiritual
como en la externa. Por ello, cada persona se cuida y proyecta la imagen que
quiere sea reconocida por los demás.
Sin
embargo, este es uno de derechos más vulnerados por la prensa sensacionalista
que cada vez más contamina inclusive los medios reconocidos como formales. El
afán por tener más rating, de parte
de algunos periodistas, y directivos que así lo permiten, hace perder de vista el respeto a la dignidad de los ciudadanos.
Hace unas semanas un canal de televisión mostró la noticia de una niña que
había sido violada por un pariente. La noticia, además de tener un fondo de
música de películas de terror y el tono macabro del locutor, mostraba el cuerpo
y rostro de la niña en diferentes encuadres y planos secuencia con una destreza
digna de películas de Hollywood. El tratamiento de la noticia no era
informativo sino ficcional.
La
secuencia fue repetida dos veces. En la primera se nubló la imagen para evitar
identificar a la víctima. La Ley prohíbe identificar menores relacionados con
delitos porque protege el honor, la imagen y la dignidad de las personas. Pero
la segunda vez, no se nubló la imagen y se pudo ver claramente el rostro y el
pequeño cuerpo que era exhibido como una pieza de mercado. La niña fue
victimizada por segunda vez, la primera por su agresor sexual y la segunda por
el canal de televisión que vulneró su dignidad personal.
Este
aparente “descuido” por parte de quien controla los efectos de imagen, se ha
convertido en costumbre en esta práctica detestable de varios medios. Es tan
imperdonable como que un médico olvide un pedazo de gasa en el interior de un
paciente operado.
Sin
embargo vino la segunda parte. El locutor no perdió el impulso de orador y, en
un acto de denuncia pseudo-filantrópica, decidió continuar su retórica, pero
esta vez con imágenes perfectamente nítidas. Cuerpo, herida, vendas, rostro,
ojos semiabiertos, manos quietas de un señor de 88 años que merece respeto. Un
anciano que está en situación de dolor y agonía y NADA, ni el heroísmo morboso,
asumido arbitrariamente por el periodista, justifica semejante ataque al
derecho a la intimidad, el honor, la imagen y la dignidad de ésta y de todas
las personas. Eso sin tomar en cuenta que el televidente también merece
respeto.
El
periodista debe informar sobre temas de interés social, recordando que su
límite son los derechos personales de los ciudadanos. Se puede hacer un
periodismo que denuncie e incida en la gestión pública, pero siempre con
profesionalismo expresado en la técnica y obviamente en la ética.
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