¿Qué te importa con quién hablo?


2011
La privacidad es un derecho universal que ha sido gestado durante siglos de interacción y reflexión de personas en torno a conflictos sociales. No es un invento de ningún mandatario o legislador contemporáneo. Es producto de un largo proceso de maduramiento de la cultura de los derechos personales que hoy son promovidos  por la mayoría de los habitantes del planeta.
Los pueblos antiguos no tenían clara la diferencia entre lo público y lo privado. El Estado tenía tanto poder que podía intervenir en la administración y control de la natalidad como de la sexualidad. La familia medieval fue el refugio para contrarrestar la injerencia de los sistemas de control de la vida privada por parte de las poderosas élites hegemónicas. La “persona” fue un invento de esta supuesta “edad de las tinieblas” que paradógicamente dió lugar a las nociones de honor y pensamiento reflexivo. Los caballeros hacían justicia en base a sus sentimientos nobles y pensamiento lógico individual. La ética católica contribuyó a la valorización de la dialéctica libertad/responsabilidad. Adán y Eva tuvieron libertad de decidir con responsabilidad.
Posteriormente se generó la noción de dignidad y de derechos ciudadanos en base al respeto exigido por los individuos a sus necesidades personales. La Revolución Francesa definió las bases de que hoy conocemos como derechos humanos. Entre ellos se incluye el derecho a la privacidad. El derecho a no ser molestado.
Privacidad y libertad de pensamiento son derechos que van ligados estrechamente en la construcción de la democracia moderna. La razón de ser del Estado es el respeto de las libertades personales y el ejercicio ciudadano. Es un absurdo que la privacidad sea vulnerada por el propio Estado. Lo que se espera es exactamente lo contrario.
Pensar y opinar lo que uno cree correcto es tan importante como hablar con quien se tiene antojo. Por eso la cultura de los derechos humanos protege el derecho a la confidencialidad de las comunicaciones. Las constituciones políticas de las naciones democráticas más avanzadas así lo establecen. La nuestra expresa claramente que la correspondencia y las comunicaciones son inviolables.
Infelizmente los recursos tecnológicos permiten violar con relativa facilidad las comunicaciones de los ciudadanos. Para eso la Ley ha establecido que la única autoridad capaz de disponer cualquier tipo de intervención es un Juez competente.
Los contenidos de las conversaciones son resguardados porque su conocimiento por terceros es un atentado contra los derechos personales. Peor si se los publica. En realidad esos son delitos. Así también es que alguien averigüe con quien hablan los ciudadanos. Es una invasión a un derecho que ha costado construir en siglos de civilización.
La vulneración de la privacidad es un ataque directo a la dignidad humana porque ésta es conformada por los derechos personales. Cuidar los avances del derecho es responsabilidad de todos los ciudadanos. Desde el más humilde trabajador hasta un poderoso Presidente. La fortaleza de la democracia es medible con la vigencia y respeto a los derechos personales. A nadie debiera interesar con quién y sobre qué hablan los demás. Respetar la privacidad es proteger el Estado de Derecho. Es actuar como Eva y Adán pudieron haberlo hecho.





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