Despiste de las élites
2008
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foto: boliviapopular.com |
La
canción no es pretenciosa en términos de contenido, tal como reclaman los
cultos de la derecha ilustrada que busca educación para la “chusma”, o para los
de la izquierda revolucionaria que busca concientizar a través de la letras. Habla de
amor, de sentimientos simples pero profundos para los mortales de cualquier
raza. El desencuentro, el dolor de la separación, “mi herida de amor”, temas
universales que abordaron los incas, españoles, griegos, arios, rockeros,
tangueros y chicheros cumbieros. Cada quien en su contexto.
La
instrumentación tiene tres niveles de gestación. La presencia del bajo
eléctrico, la batería y efectos sonoros y visuales (en concierto) tales como
pantallas gigantes con altísima definición, sonido impecable, cañones de luces
de colores, humo, etc.; recuerdan la estética del rock que marcó profundamente
a la música del mundo en la segunda mitad del siglo XX.
Al
fondo, de manera totalmente opuesta, un grupo de músicos autóctonos reviven la
presencia fuerte de las culturas aimaras y quechuas en la vida
nacional. Es la presencia ineludible de un pasado que resiste y tiene la
capacidad de interactuar con el futuro de la modernidad del rock y la industria
cultural, así como con el mestizaje generado en base a sus propias raíces en
cientos de años.
El
tercer nivel, al medio, muestra al poderoso neo-folklor que continua dando
satisfacciones desde los años 70, especialmente con grupos que, como los
Kjarkas, nunca dejan de innovar y producir nuevos lenguajes.
Una
guitarra acústica inicia la secuencia de dos bloques que son precedidos por
zampoñas, toyos y quenas que se funden con coros espectaculares (oir a volumen alto). Elementos de la cultura
occidental, desde el afinado de instrumentos, hasta lo electrónico, se acoplan
perfectamente con la sonoridad, percusión y técnica dialogada en la ejecución
de vientos; propios de
la música andina.
Con
esta integración, que es un buen ejemplo de interculturalidad de los artistas
para los políticos, queda demostrado que el arte popular expresa los
imaginarios y preocupaciones más sublimes de sus pueblos. También se confirma
que la radicalidad de las esencias culturales, estéticas o políticas, no tiene
futuro en un mundo que, por tradición (andina), concibe la realidad formada por
opuestos complementarios y que la mezcla de culturas (globalización), arte,
ritmos y melodías, es parte de una evolución inevitable.
Lo
que no se entiende es cómo semejante pieza musical, junto con otras del mismo
disco o de otros grupos nacionales, inclusive de otros géneros como la cumbia
chicha, puedan estar ausentes en las páginas culturales de los periódicos y
revistas especializadas. Los llamados
críticos de arte están más preocupados con las guitarras de los geniales
rockeros de los 60, el pensamiento de los poetas románticos del S. XIX y “ni
bola” a lo que ocurre en nuestras narices. Usar telescopios y no microscopios
es la marca de intelectuales que, están desconectados de la realidad de la
cultura y acaban alimentando utopías en base al racismo, la intolerancia y la
exclusión social, factores altamente renovados en tiempos recientes, pero
erradicados en esta simple pero poderosa canción que estremece a miles de
bolivianos. guardia@ucbcba.edu.bo
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