Reconfiguraciones del poder en la cultura




La cultura es un campo de acción política y es también un mecanismo de legitimación de hegemonías o cuestionamiento de las mismas. La recreación de la vida cotidiana o de la ficción tiene relación con lo político. Lo que está siempre en juego es alguna forma de ejercicio de poder que practica quien bautiza colonialmente las cosas que ve. Pero también quien “acata” acríticamente lo que siempre fue.
En Bolivia existe un discurso excluyente que margina las manifestaciones que no son concebidas dentro los parámetros de la ilustración. Es una herencia de la historia que no se la puede negar. Se manifiesta cuando clasifica y excluye lo diferente. Una forma de hacerlo es negando expresiones con carácter estético que no se encuadran en los marcos de la mirada “culta” occidental. Otra es despreciando las narrativas simples y melodramáticas presentes en canciones o literaturas masivas que recuperan memorias urbanas o rurales y las contrastan con problemas de la modernidad. En ambas actitudes el mecanismo “cultural” y sus discursos operan como estrategias de exclusión social. La ilustración estratifica a la sociedad entre quienes saben y los que no saben. Entre quienes pueden disfrutar una obra y quienes no tienen la competencia para la decodificación.
Pero hay dos formas de reconfigurar los ejercicios de poder. Una es la de las apropiaciones que hacen los sectores hegemónicos de manifestaciones depreciadas en el pasado. La segunda mitad del siglo XX está plagada de ejemplos en los que lo indígena se convierte en bandera de identidad de élites cuya ascendencia prohibía que los “indios toquen sus flautas a diez cuadras a la redonda de la plaza principal”. Es un absurdo pensar que esos procesos comenzaron el llamado “año cero”. Ahora la búsqueda de nuevas identidades ancladas al pasado pre-colonial exalta todo movimiento multicolor con sabor a tierra. Se inventan discursos y espectáculos para demostrar que los tiempos han cambiado y que los nuevos paradigmas son ahora incluyentes. En todo acto cultural hay astucias y negociaciones de poder. Los nuevos procesos de apropiación cultural otorgan algún tipo de lucro. Simbólico o político. Al final todos salen ganando algo. Eso también es presentado como arte y cultura.
La otra forma de ejercicio de poder es el peligroso control del arte y la cultura. Eso no es nuevo en el mundo. Algunos fantasmas reviven cuando el poder nubla la acción y los ojos del político que controla instituciones y recursos. El riesgo es que a título de apoyar la revolución o el proceso de cambio se vaya a definir qué es lo que se debe producir o consumir en Bolivia. Sería un retroceso y atropello a la Libertad de Expresión de pensamientos y emociones de los ciudadanos en una sociedad que se declara y asume como constructora de una difícil democracia. 
La crítica y la problematización son importantes porque los discursos y concepciones de arte y cultura están ligados a la administración y distribución de recursos públicos. Los conflictos coloniales no están resueltos porque las diferencias de cosmovisiones prevalecen pese a los siglos de violenta adaptación. Es la marca del poder político sobre las culturas. Viejas prácticas y celebraciones cargadas de intencionalidad estética se recrean al margen del Estado. Nuevas condiciones de producción y difusión de arte se generan envolviendo en su magia a personas diferentes. Las culturas e identidades están en movimiento y no se puede cerrar a los ojos ante la riqueza de significaciones producidas en la fiesta religiosa o frente al televisor. La democratización del campo simbólico es tan urgente como el respeto a la libertad de producción y consumo en las condiciones sociales de cada poblador. Este es el nuevo horizonte político que desafía el ejercicio de ciudadanía dentro de este campo.
El poder tiene formas creativas de reconfiguración. Sea de derecha o de izquierda. Por ello es necesario no perder de vista cómo se representa la conflictividad cotidiana del país o su evasión en las manifestaciones y obras de los artistas populares y eruditos. Cómo el Estado ejerce la gestión de los recursos en una perspectiva participativa y democrática. Sin arbitrariedad. Cómo los medios de comunicación generan agenda cultural dentro las reglas del mercado. Si reproducen discursos coloniales o generan espacios pluralistas de debate. Cómo se articula ese mapa de actores en función de un proceso de reinvención de lo político en el campo cultural. Para que todos los ciudadanos puedan sentirse reconocidos en la construcción de la historia y en los procesos de la producción y circulación de arte y cultura.
estemarcegua.blogspot.com

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