¿Qué hacer para cumplir con el derecho a la información y comunicación?
El
contexto que vive el país tiene una dimensión optimista marcada por el avance
en la legislación hacia la satisfacción de derechos relacionados con la
comunicación. También tiene una debilidad porque la discusión sobre el
ejercicio de las actividades de información y comunicación está fuertemente
politizada. El resultado es que el debate se desvía de los temas sobre los
cuales es necesario tomar conciencia para poder avanzar hacia el ejercicio de
estos derechos avanzados.
Cambio
de paradigma
Los
nuevos derechos defienden la información verificada y comprobada dentro de los
límites que la lógica de la investigación técnica y ética lo permite. A eso la
academia llama “verdad lógica”. Información verificada y contrastada que es
producida bajo procedimientos recomendados por la profesión de la información y
el periodismo.
La
Libertad de Expresión protege el derecho de los ciudadanos a emitir sus
opiniones por cualquier tipo de medio. El Derecho a la Información es más
completo. Busca que las personas estén bien informadas sobre asuntos de interés
público. Ese es el principal cambio en
el campo de la legislación boliviana. Un cambio del que periodistas ni
empresarios de la comunicación están conscientes. Por lo menos no lo
demuestran. Lo mismo se puede afirmar de quienes manejan las comunicaciones
generadas por el Estado.
Se trata
de un cambio de paradigma que exige repensar en el rol de los medios y los
periodistas. Estamos en tiempos en los que la democracia debe fortalecerse
proporcionalmente al ejercicio de derechos. La globalización tiene ese lado
positivo. Más personas en el mundo saben de su existencia y exigen la
satisfacción de sus derechos.
Debate
politizado
El
problema es que el debate ha caído en un falso dilema entre la defensa de la
Libertad de Expresión versus el latente control de la prensa. La polarización
política que ha vivido el país durante los últimos años se ha extendido al
campo de la comunicación. Dos proyectos de sociedad se han enfrentado
utilizando los medios de comunicación como escenario político y como arma de
lucha. El sistema político ha tomado al mediático. La noción de servicio es
abandonada frecuentemente así como el cumplimiento de las grandes funciones de
los medios de comunicación. Medios privados (no todos) han servido a la
oposición para crear un clima politizado contrario al diálogo y el
entendimiento. Lo mismo han hecho los medios estatales en favor de un proyecto
estatizante y discursivamente anti-neoliberal. El único perjudicado ha sido el
ciudadano que se ha dado modos para intentar construir una opinión pública al
margen de la oferta mediática y escudriñando la verdad. Las redes virtuales han
jugado un rol fundamental en este denso escenario informativo.
Se ha
logrado reproducir el debate que hace décadas se viene repitiendo con gobiernos
de izquierda y de derecha. El poder desea controlar los medios de comunicación
y los periodistas y empresarios defienden aguerridamente la Libertad de
Expresión. El Presidente ha insistido públicamente que "se debe regular a
los medios para que digan LA VERDAD". Su verdad. Los gremios del
periodismo cierran filas en torno a la defensa de la Libertad de Expresión.
Nadie habla de la satisfacción del Derecho de la población a estar veraz y
oportunamente informada. Ese podría ser un paso importante para avanzar hacia
el cumplimiento de estos derechos. También es necesaria una autocrítica
profunda de parte de empresarios de medios y periodistas sobre su trabajo
informativo. Obviamente que el Estado tiene los recursos y obligación para
abrir esos espacios. Este evento es uno de ellos.
La voz de periodistas
y empresarios de medios
Defienden
incondicionalmente la Libertad de Expresión protegida por la Ley de Imprenta de
1925. Se trata de una consigna con décadas de antecedentes de defensa militante
de los derechos. Tiene relación con la vigencia de la democracia. Es verdad. La
relación entre democracia y libertades ciudadanas es una de las marcas de la
historia nacional del último siglo. El periodismo jugó un rol fundamental en
ese proceso.
Para
muchos analistas ha sido y es un artificio para convertir al periodista en
invulnerable en el desempeño de la profesión. La Ley de Imprenta es muy pesada
en cuanto a procedimiento y débil para las sanciones. Cuando se promulgó no
existían los medios audiovisuales ni multimedia del presente. Prácticamente no
ha funcionado en sus cerca a cien años de vigencia. Eso ha provocado una suerte
de tergiversaciones y abusos de la Libertad de Expresión por parte de muchos periodistas
improvisados y medios irresponsables. La responsabilidad ulterior es
frecuentemente relegada bajo el argumento del ejercicio de la Libertad de
Expresión.
Lo bueno
de la Ley es su sabiduría en cuanto al manejo de principios: prohibición de
censura previa y responsabilidad ulterior. Además de la propia Libertad de
Expresión. Una supuesta (o posible) nueva Ley tendría que recuperar esta
sabiduría.
La voz
oficial
El
Gobierno tiene una posición ambigua en relación a estos derechos. Ha impulsado
su inclusión en la Constitución Política. Pero permanentemente da señales de un
autoritarismo controlador de la información. El Presidente ha reiterado muchas
veces que a los medios y los periodistas hay que regularlos “para que digan la
verdad”. Como si la verdad de las cosas fuese solo una. La del poder.
Se
muestra una especie de paranoia mediática. El Presidente afirma que los medios
y periodistas no dicen la verdad y son sus principales enemigos. Que están al
servicio de las oligarquías y el neoliberalismo. Que son manejados por “unas
cuantas familias”. Hay una hostilidad
verbal sistemática hacia los medios de comunicación y sus actores.
Se
ha legislado la Ley contra el racismo y toda forma de discriminación
contradiciendo importantes principios de la CPE. La normativa electoral evita
que se haga propaganda para conocer candidatos. Hemos votado para elegir
magistrados sin tener información.
No
se percibe una vocación a favor del Derecho a la Información y menos de la
Comunicación. El Vice-presidente ha dicho que éste es un Estado de dominación.
La oposición ha sido prácticamente erradicada. No existe protección ni respeto
al pluralismo. El diálogo parece estar distante de la gestión del gobierno. La
ambigüedad es la marca de su práctica comunicacional. Afirma provenir de la
cultura del diálogo pero su accionar es exactamente lo contrario.
Ninguno
de los dos polos de la disputa está en lo correcto. Ambos desvían la atención
hacia un falso dilema: Libertad de
Expresión versus regulación. Los unos sabiendo que detrás de su defensa
intransigente se esconde la posibilidad de mantener el sistema informativo y
comunicacional tal como está. Con muchas deficiencias. Los otros con la
tentación de querer controlar todo. Incluso a quien piensa diferente.
Ninguno
de los dos polos en disputa se atreve a pensar siquiera en el Derecho a la
Información. Menos en el Derecho a la Comunicación que está oficialmente
reconocido por la máxima Ley. El periodismo camufla sus debilidades detrás de
la Libertad de Expresión y el Gobierno esconde su autoritarismo en su discurso
unívoco de búsqueda de la verdad unilateral.
Parecen
no darse cuenta que lo que ahora se necesita es información técnica y
éticamente trabajadas. No es suficiente ejercitar la capacidad de emitir
opiniones que casi siempre están cargadas de subjetividad. Es necesario acceder
a información confiable y veraz. La opinión no es información. Libertad de
Expresión no es Derecho a la Información. Aunque éste último la incluye. Ahí
está la radical importancia de cambiar la mirada hacia este gran problema.
Estamos lejos de ejercer el Derecho a la Comunicación de manera democrática y con equidad.
Las condiciones estructurales no son favorables
para este avance. Seguimos siendo uno de los países más pobres del hemisferio y
también uno de los más desinformados. Nuestra tradición autoritaria se deja
sentir en las prácticas cotidianas del trabajo y la calle. La informalidad y la
falta de respeto son actitudes generalizadas en nuestro desempeño diario. Los
políticos se declaran democráticos y dialógicos pero hacen lo contrario. El
debate polarizado entre izquierda y derecha es falso y engañoso. La respuesta
clave a la discusión sobre el cumplimiento de los derechos vinculados al
periodismo y los medios es la imperiosa necesidad de ser verdaderamente
democráticos o tristemente autoritarios.
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