Transacciones vemos, lo demás no sabemos
El cambio de propietario del periódico Los Tiempos no es una transacción más entre partes interesadas. Sus implicaciones políticas van más allá de lo que las libertades pueden permitir en un Estado de Derecho. Hace parte de una estrategia de control y uniformización de la opinión pública. Demuestra la vana intención por evitar que exista un pensamiento crítico o cuestionador del poder. Todas ideas autoritarias y poco pluralistas de los siglos pasados.
En Bolivia se ha intentado controlar la información durante
todo el siglo XX, a través de distintas modalidades basadas en la idea de que
la prensa “tiene que decir la verdad”. La única verdad. La del poder. Los
gobiernos autoritarios han intentado modificar la Ley de Imprenta en muchas
oportunidades. Se han encontrado con una fuerte resistencia por parte de los
periodistas y de la sociedad civil. El actual gobierno ha sido más creativo y
eficiente en sus propósitos. No ha requerido cambiar la legislación. Pero ha
logrado cooptar importantes redes y medios que representaban una amenaza a su
versión oficial de la realidad. Los mecanismos son diversos: compra de
acciones, acoso a periodistas críticos, asfixia económica, persecuciones por
parte de oficinas impositivas, etc. Todos con el mismo propósito: eliminar el
pensamiento divergente.
Lo que ocurrió fue que el sistema político ha invadido al
mediático. La evidencia es que los medios de comunicación ocupan algún lugar en
la pugna entre los polos en contienda. Cosa que no debiera ocurrir para que la
democracia se desarrolle idealmente en un contexto de convivencia entre
diferentes. Pero eso es idealismo. Las polarizaciones locales son también
internacionales y globales. En el fondo está el interés por el control de los
recursos naturales codiciados por el capitalismo extractivista. Ambos polos tienen
intenciones perversas. Y los medios de comunicación están a uno o al otro lado.
Los medios de comunicación ya no tienen el poder que
tuvieron en el siglo XX. Su incidencia en la construcción de la opinión pública
está muy debilitada. Los ciudadanos ubican perfectamente el color al que
responde la producción de los contenidos periodísticos. Utilizan los datos que
consideran confiables y los contrastan con información de otras fuentes no
mediáticas, para alimentar sus propias convicciones. Las Redes Sociales han
desplazado a los medios en sus capacidades del ejercicio de la Libertad de Expresión.
La gente no puede opinar libremente en los medios masivos. También han sido
desplazados en la función que tienen de garantizar el ejercicio del Derecho a
la Información. No pueden hacerlo porque sus líneas editoriales responden a
líneas políticas e intereses económicos. La búsqueda obsesiva de mayor rating
se expresa en vulgar sensacionalismo y superficialidad, inclusive en temas
políticos. Las redes sociales se han convertido en escenario de disputa
política y arma de lucha para fortalecer o destruir al otro. Pero también
sirven para que colectivos ciudadanos comprometidos con causas y principios
democráticos produzcan contenidos confiables. Los periodistas perseguidos se
trasladaron a las redes sociales donde trabajan con libertad. Aumentaron las
fuentes de información de manera gigantesca.
A eso se suma que las personas son más fieles a discursos originados
en contextos privados, como los familiares o comunitarios, que actúan como
nichos de percepción construidos en coherencia con sus contextos concretos. Las
organizaciones sociales sostienen discursos que determinan la percepción con
más contundencia de lo que circula en los medios y en las redes sociales.
Masistas y opositores piensan más dogmáticamente que con argumentos lógicos.
Para mucha gente, las ideas políticas son mitológicas. No se pueden cuestionar.
En esos amplios sectores de la sociedad, el rol de los medios es prácticamente
irrelevante.
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(Foto propia) |
Eso no supone que tengamos que renunciar a la independencia
de los medios ante el sistema político. Los medios de comunicación y sus salas
de prensa tendrían que atender el rol que la sociedad les ha asignado:
satisfacer el Derecho a la Información, atendiendo los principios de Libertad
de Expresión y veracidad, como lo dice nuestra Constitución Política. Por eso,
esta transacción empresarial no es inocente. Es un síntoma más que debiera
ponernos en alerta.
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