Malditos todos

La tragedia ambiental que estamos viviendo en Bolivia es más que lamentable. Nunca en nuestra historia vimos el impulso suicida llevado a un extremo demencial. No son solo bosques y animales vivos quemados por ambiciones desmedidas. Es contaminación del aire y de lo poco de agua que queda. Es también borrar el futuro de generaciones que no sospechan lo que vivirán si el ritmo de la depredación no se detiene. Los ciudadanos vemos de palco la tragedia sin iniciativa más que vestir camisetas de color verde, pero sin conciencia ni compromiso. Porque el deterioro también lo provocamos nosotros.

La pasividad del ciudadano se debate entre el “lamento boliviano” y la transferencia de responsabilidad a los sectores industriales y el capitalismo extractivista. Como si el sistema funcionara solito y sin la participación nuestra, los compradores de productos contaminantes. Mientras tanto, la televisión muestra noticias alarmistas que generan miedo y paralizan la acción social. No hay información profunda ni completa sobre los circuitos del deterioro ambiental y menos sobre la participación del consumidor compulsivo en el desastre.

Veamos lo que pasa con los combustibles y la carne. Sabemos que el uso de combustibles fósiles es uno de los mayores factores del calentamiento global. Poco podemos hacer en un país donde ingresan cientos de carros nuevos y usados por día. Las zonas rurales están plagadas de automóviles “chutos”, mientras los policías persiguen conductores para hacerles soplar detectores de alcohol. Y los políticos ocupados con sus miserables luchas por el poder y para seguir robando sin ninguna vergüenza, en nombre de la defensa de los pobres y la Pachamama. En cuanto eso, semanas y semanas, el país ardiendo.

El principal rubro de exportación del oriente es la soya que no se consume en Bolivia. Sirve de forraje para ganado de otros países vecinos y del hemisferio norte. El consumo de carne bovina es otro de los mayores factores contaminantes. Las vacas emiten grandes cantidades de gas de efecto invernadero que contribuye al calentamiento global. La crianza de ganado requiere de grandes extensiones de terreno para pastoreo. Por eso están quemando los bosques en Bolivia y Brasil. La mejor carne boliviana tampoco se consume aquí. Se va a la China que aumentó las importaciones en los últimos años, por acuerdos oficiales con nuestros gobernantes.

Se requiere mucha agua limpia para mantener el ganado y generar su alimento. Se gasta bastante agua en momento de faenarlo, lo que genera otro tipo de contaminación y muerte de ríos y lagunas. Las proteínas generadas por la carne pueden ser sustituidas por productos mucho menos contaminantes. No hay información ni voluntad política, menos educativa.

Si utilizáramos transporte menos contaminante y comiéramos menos carne, podríamos disminuir significativamente la contaminación ambiental. Pero no. Los medios de comunicación, todos declaradamente contrarios a la contaminación ambiental, publicitan carros para entrar en el ciclo obsesivo del consumo de bienes de obsolescencia programada. También nos dicen dónde podemos comprar la mejor carne y embutidos para nuestras parrilladas hechas con carbón producido en la Chiquitanía, por avasalladores collas, inexpertos en manejo de fuego.  

Personas, instituciones, organizaciones, medios, políticos apuntan a los “malditos” culpables del deterioro ambiental. Pero nunca vemos cuál es nuestro rol en esa maquinaria de autodestrucción humana. Todos somos cómplices por los incendios, porque esos “malditos” que los generan, ganan plata que sale de nuestros bolsillos para satisfacer deseos efímeros de transporte cómodo e individual y buen gusto por comer “bien”, en desmedro irracional de la naturaleza. Todos los días matamos árboles para construir condominios y edificios monstruosamente contaminantes, con el visto bueno, bien aceitado, de autoridades que también se declaran favorables con la conservación de la naturaleza, pero no tienen capacidad de planificar el crecimiento sostenible de las ciudades. Nadie se salva. Todos malditos.

(Foto propia)


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