Malditos todos

La tragedia ambiental que estamos viviendo en Bolivia es más que lamentable. Nunca en nuestra historia vimos el impulso suicida llevado a un extremo demencial. No son solo bosques y animales vivos quemados por ambiciones desmedidas. Es contaminación del aire y de lo poco de agua que queda. Es también borrar el futuro de generaciones que no sospechan lo que vivirán si el ritmo de la depredación no se detiene. Los ciudadanos vemos de palco la tragedia sin iniciativa más que vestir camisetas de color verde, pero sin conciencia ni compromiso. Porque el deterioro también lo provocamos nosotros. La pasividad del ciudadano se debate entre el “lamento boliviano” y la transferencia de responsabilidad a los sectores industriales y el capitalismo extractivista. Como si el sistema funcionara solito y sin la participación nuestra, los compradores de productos contaminantes. Mientras tanto, la televisión muestra noticias alarmistas que generan miedo y paralizan la acción social. No hay información...