No hay rock sin irreverencia
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Foto propia |
El primer gran error
de la producción fue encargar el documental a un rockero que aprovechó para
contar “su” historia. Mejor lo habría hecho un crítico de cultura o un
periodista. Cayó en la tentación de poner evidencia sus heridas personales con
otros músicos. No era necesario. Pese a los años sigue muy dolido. Exageró su
rol como productor de importantes músicos del continente. Pidió a León Gieco
que baje el tono en su famosa canción porque la letra debía decir “Solo le pido
a Santaolalla”. Eso dice uno de tantos memes. Otra falta fue ignorar de plano
la importancia del rock de otros países como Brasil y Perú. Inclusive Bolivia.
Pero el peor error fue no entrar a fondo en el análisis estético y cultural de importantes
obras. Destacó a la Negra Tomasa pero no se asomó a la enorme contribución de
Spinetta o García. Sin desmerecer a Aznar o Paez entre otros.
Lo acertado del
documental es la secuencia de los primeros pasos en México y Argentina y su
vínculo con los hechos históricos. No es que el rock haya sido un movimiento
político con una clara tendencia de izquierda o contraria a la dominación e
injusticia social. Para eso estuvo la canción de protesta latinoamericana. El
espíritu fue la irreverencia contra un mundo adulto con valores en crisis. No
olvidemos que la categoría “joven” emerge en los años 60 y tiene en el rock una
de sus principales formas de representación de su identidad. La dicotomía
izquierda/derecha del sistema político también fue uno de sus radicales
rechazos. Paz y amor eran la clave.
Otro problema es no
haber distinguido el rock como forma musical de la noción de movimiento
cultural. Esta última es la más interesante y recomendable para hacer un buen
análisis. Así no tendríamos que creer que el Cuarteto de Arjonas entre en esta
bolsa o que Caifanes pueda ser rock. El ritmo agresivo enraizado en pulsaciones
afroamericanas es fundamental en el rock. Pero también lo es el desencanto con
el mundo eficientista y productivo de los adultos herederos de una modernidad
cada vez más débil en sus postulados. No es suficiente la forma como lo es la
actitud. En esa línea también quedarían fuera algunos baladistas nacionales que
se jactan de ser rockeros.
La conexión de
experiencias en torno al New Age que recibe insumos de Twist o Virus es
pertinente. En los ochentera Clicks Modernos y las “nuevas olas” impulsaron el
maduramiento del estilo Soda. Similar secuencia ocurre con los aportes de
Maldita Vecindad y Café Tacuba para culminar con el sabroso mex-style de Molotov.
Algo parecido ocurre con RPM y Legião Urbana para madurar con Paralamas do Sucesso
y los geniales Titãs en Brasil. Solo que el genial Gustavo simplemente los ignoró. Cómo no
referirse a los trascendentales encuentros culturales en el Rap de la Hormigas
o Vampiro Bajo el Sol. Son hitos de las fructíferas conexiones en el rock
latinoamericano. Todo ausente en la versión ególatra de Santaolalla.
El rock es reflejo de
las culturas locales. Argentina es el país más rockero del continente pero
además el más erudito. Fue el país más letrado en sus épocas de oro. No ocurre
lo mismo en Brasil o México que contribuyen con el humor y la sátira populares.
En Bolivia la revolución masiva y popular ocurrió en el neo-folklore.
Aquí hubo rock cover
al inicio y nacional con los 50 de Marzo cuando emularon a Manal. Los grandes
Wara hicieron revolución al fusionar en profundidad la música aimara con el
rock. En la región andina son tan importantes como Los Jaivas. Solo en los años
noventa tuvimos movimiento cultural en los espacios under del punk y
hardcore. Paralelamente se gestaron los espacios de los boliches y algunos en
las industrias culturales. Ahora hay muchas movidas ricas pero inconexas.
Los argentinos
hicieron obras maravillosas que integraron música sofisticada con literatura de
altísimo nivel intelectual e irreverencia. Libertad y fantasía marcan
producciones completamente geniales. No analizar las contribuciones de Invisible
o Serú es un pecado mortal del narciso antes mencionado. Rompan Todo hizo el
intento pero no captó a cabalidad el espíritu de este espacio cultural tan
importante en el continente.
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