“Les dije que había pirañas”
El Estado está
acostumbrado a transferir responsabilidad al ciudadano. Lo hace
sistemáticamente hace años y con total sinvergüenzura. La palabra cinismo es
más adecuada para calificar esa especie de pilatismo político en tiempos de
crisis. Más aun con esta lucha contra la pandemia que nos deja absortos y
vulnerables a todos. También deja al descubierto las tristes miserias de un
país que avanza hacia el borde de un mar lleno de hambrientas pirañas. La
próxima semana entraremos al agua sin saber quiénes ni cuántos morirán. La
responsabilidad nuevamente será transferida al ciudadano.
Las autoridades
nacionales de salud dijeron esta semana que el pico de la curva de contagio será
alcanzado entre este fin de mes y mediados de junio. Los del ministerio no
explican en qué se basa tal afirmación y cómo se hizo el cálculo. Muchos
sectores de barrios periurbanos o rurales piensan que la pandemia es un invento
de la derecha. ¿Será que los bloqueadores contaminantes de K’ara K’ara saben lo
que significa eso?. La prensa no pregunta ni investiga. Pero reproduce la
declaración en modo sensurround. Algunos se asustan y otros la ignoran.
No importa. Unos y otros dicen todo. Es infoxicación. La mayoría de habitantes
desinformados necesita salir para sobrevivir. Saltarán al agua justo los días
de subida acelerada de contagios. Las pirañas no perdonan. Será un festín. El
Estado dirá en tono sereno: “Yo les dije que había pirañas”.
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Foto: www.dw.com/es |
Ya sabemos que debemos
lavarnos obsesivamente las manos más que Pilatos y quedarnos en casa. Debemos
usar barbijo y guardar distancia social. Lo hicimos durante más de dos meses de
manera bastante disciplinada considerando la informalidad “natural” del modo de
ser boliviano. Digamos que cumplimos con nuestra parte. Pero el Estado y su
gobierno transitorio no. Debían aumentar la infraestructura de los hospitales y
aumentar camillas con respiradores en este tiempo. Tendrían que haber
contratado más personal de salud en los lugares de mayor riesgo y comprar
insumos para hacer pruebas masivas. Debían generar campañas informativas en
profundidad y detalle para que los ciudadanos del campo y la ciudad entiendan
qué está pasando con la pandemia en Bolivia. Pero no. Se ocuparon de robar y
hacer proselitismo en vez de cumplir responsablemente en su función de
conductores de un pequeño país desinformado.
Hicieron llegar al
límite del hambre a miles de familias que agotaron sus pequeñas reservas y
ahora tienen que salir a buscar el pan en plena tormenta. Los bolivianos no
merecemos estos políticos “achedepés” que solo buscan robar en cualquier pinche
contrato que firman o que bloquean caminos y agreden al personal de salud en
las avenidas. Es surrealismo puro y vergonzoso.
Son días cruciales para
los bolivianos. Saltaremos al agua turbia por necesidad y por el impulso de
ladrones que ahora pueden robar. También por los que no pueden pero quieren
volver a hacerlo. Son iguales. Dan asco. Saben que su lucha por el poder
cobrará la vida de muchos inocentes y pobres. Un lado acusará al otro y hasta
se atreverán a decir “es el desacato natural del boliviano”. Otra vez la
responsabilidad será endilgada al pobre ciudadano.
Ideal sería asumir una
posición basada en un conocimiento sustentado en información confiable. La
mayor parte de la población se informa a través de la televisión y redes
sociales. Los impresos (digitales) tienen poco lector aunque sus contenidos
suelen entrar en profundidad. La radio tiene mucho alcance en el área rural y
su potencial puede ser bien aprovechado. La televisión tiende a dramatizar la
realidad y pierde la oportunidad de convertirse en el gran agente informador de
la población. Los periodistas están asustados. Esta semana murió un camarógrafo
por covid 19. A las redes no se les puede pedir que digan la verdad porque son
personas conectadas ejerciendo su Libertad de Expresión. Opinión no
necesariamente es información. Los medios están obligados a trabajar con
veracidad y responsabilidad. A las instituciones del Estado no se les puede
pedir lo mismo porque están buscando satisfacer sus intereses políticos y
monetarios. Aunque también es su obligación. Pocos científicos están asumiendo
su rol de orientar a la sociedad sobre estos temas urgentes. Pero hay que tomar
posición y actuar. Esta vez el ciudadano asumirá su propio riesgo en un
contexto de desconfianza y radical incertidumbre. El Estado le está
transfiriendo la responsabilidad una vez más. Ahora frente a olas de naturaleza
feroz y mortal.
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