Ciudadano acorralado

(foto propia)

Todo ciudadano tiene derecho a saber la verdad. Es un derecho constitucionalizado cuya satisfacción es obligación del Estado y es objeto de trabajo del periodismo. Los bolivianos estamos en un gran avión con fallas técnicas que vuela en terrible turbulencia. Sus pilotos están cometiendo errores porque además tienen sus propios intereses. No se ponen de acuerdo y tienen que contener la indisciplina de nerviosos pasajeros. Entre ellos están expilotos que no soportan la idea de haber perdido el volante por sus propios errores. Los apodaron “abejas mocochincheras”. Se ha postergado el aterrizaje para fin de mes sin saber si existe una buena pista. No hay información. Podría haber un aterrizaje con terribles consecuencias. En especial para los más pobres.
Esta crisis sanitaria ha puesto al desnudo que el sistema económico y político mundial ha privilegiado el enriquecimiento de pocos y descuidado los derechos fundamentales de los ciudadanos. Solo los pudientes pueden acceder a buenos hospitales. El sistema público es un desastre. El trabajo se ha precarizado radicalmente. El último mes han quedado desempleados millones en todo el mundo. El periodismo está arañando fuentes de financiamiento. Los periodistas arriesgan sus vidas en condiciones laborales absurdas. A eso se suma la ridícula guerra de políticos irracionales que no ubican que el avión puede caer estrepitosamente generando mucho dolor.
Serán más de dos meses de cuarentena que pueden resultar en vano. Muchos sectores han cumplido adecuadamente las instrucciones. Otros no han podido por problemas económicos o por simple desacato e ignorancia. Somos un país pobre en todos los sentidos. La desinformación es uno de sus más trágicos síntomas. Para aterrizar tenemos que contar con muchas más camas en hospitales munidos de respiradores y más insumos para las pruebas. Más personal de salud. De eso debieron ocuparse nuestros pilotos de manera prioritaria en los meses pasados. Lo que sabemos no es confiable. Tampoco sabemos si lo lograrán en estas pocas semanas.
No se puede creer que en Cochabamba no aumentan los contagios si en las calles ya se vive la cuarentena irresponsable y dinámicamente. Presumen hacer 25 pruebas al día en una ciudad de alrededor de un millón de personas. Deberían tener vergüenza. Más aun respecto a la superada bicefalía del SEDES. Los barbijos escondidos en sus oficinas. Los aviones para el quince de la princesa de la Corte Real. La corrupción en YPFB. El alcalde reconstruyendo su imagen con las mismas movidas que ya conocemos. Médicos apedreados en El Alto. Petardos financiados. Reuniones sospechosas en la Embajada de México. Obsesión enfermiza por realizar elecciones en medio del caos. Periodistas azules desinformando persistentemente. Bloqueos en el Chapare por falta de insumos.
El ministro de salud afirmó que el contagio es inminente y ocurrirá hasta fin de mes. Pero hace unos días anunciaron que habría cuarentena dinámica. Es una incongruencia en la información oficial que aumenta la incertidumbre. El derecho a la información está deteriorado desde arriba. Los pilotos actuales y anteriores parecen haber perdido de vista que lo importante es evitar muertes y afectar lo menos posible la economía. Es necesaria la participación inteligente de ciudadanos que apoyen con ideas y creatividad. Sin información eso es imposible. Es caminar con los ojos vendados.
El periodismo hace sus grandes esfuerzos por cumplir su mandato de mantener a la población bien informada. No se puede generalizar las cualidades o debilidades de este trabajo. Hay medios con más recursos que otros. Pero se puede ver algunas prioridades. Los recursos y las condiciones laborales para investigar no son las mejores. Las noticias se reducen en general a reproducir declaraciones de las fuentes. Hay pocos espacios que intentan profundizar el análisis y contrastar versiones. Algunos informativos audiovisuales buscan generar pánico más que informar. No está en sus planes promover que las personas reflexionen para tomar decisiones. La música de terror y el tono dramático de sus narrativas son parte de una estrategia de suspenso mercantil. Titulares exagerados buscan vender más que anunciar novedades importantes. El ciudadano está acorralado en un mar de despropósitos irresponsables. Los políticos no renunciarán a sus ambiciones. Pero un mejor periodismo es posible. Los ciudadanos tenemos derecho a estar bien informados. Estamos a tiempo de tener un aterrizaje razonable y menos catastrófico.

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