Bolivianos helados: pensamiento de himno

El fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya nos dejó helados a todos. Especialmente a los bolivianos que nacimos con la esperanza de que “pronto vendrá a Bolivia otra vez su mar”. Todos nos la creímos. Desde el Presidente hasta los “viles” opositores imaginaron un resultado favorable en base a sentimientos y emociones. Estuvieron ausentes el racionalismo y la frialdad de la Ley moderna del mundo occidental. Fue un choque de cosmovisiones del que tardaremos en reaccionar y sobre todo aprender.
El Presidente Morales realizó una de las jugadas estratégicas más arriesgadas de su gestión. Se basó en una historia de injusticia y soberbia generada por un país que no ofrece más que desprecio y atropello a sus vecinos. Impulsó una demanda creativa que sorprendió a propios y extraños. Activó sentimientos de patriotismo acumulados en décadas de frustración y hasta resentimiento. Logró unir a los bolivianos pese a odiosas diferencias. Armó un equipo asesor de personajes prestigiosos y con convicción. Gastó un montón de plata en una campaña sin precedentes para garantizar el éxito a nuestro favor. Contrató a carísimos abogados que siguieron nuestro juego de buenas intenciones sin advertirnos que la justicia del primer mundo funciona con otras lógicas. Logró internacionalizar “nuestra voz, por nuestro Litoral”.
MAR: foto propia
También hizo deleznables cálculos políticos en favor de su ilegal repostulación. Para Piñera “creó falsas expectativas frustrando al pueblo boliviano”. Los chilenos sostuvieron firmemente el argumento de que no tienen nada que negociar con Bolivia basados en el tratado de 1904. “…quedan reconocidos del dominio absoluto y perpetuo de Chile los territorios ocupados por éste”.
Ese tratado no es un himno sobrecargado de emociones y esperanzas. Es un acuerdo internacional entre partes. Tiene valor de contrato. Está firmado por autoridades representantes de ambos países. Es legal y está vigente. En él Bolivia acepta la pérdida de su Litoral.  La Corte Internacional de Justicia de La Haya ubica perfectamente el significado de ese documento. Nosotros no.
Para los bolivianos ese tratado no se cumple. No es justo. Se firmó entre gallos y media noche. No expresa los sentimientos del pueblo. Además hubo varias intenciones de negociación y hasta ofertas concretas para atender la demanda boliviana. Algunas estuvieron cargadas de buenas intenciones. Pero ese es otro tema para la noción de justicia internacional del máximo tribunal del mundo occidental. Son quejas de una de las partes por los incumplimientos de la otra. Son emociones marcadas por la subjetividad de una derrota que no acaba de asimilar la contundencia de la racionalidad moderna de la Ley.
Para los magistrados la Ley es Ley así como el contrato es contrato. Para los bolivianos eso es injusto. Es verdad. Nuestras nociones de justicia no son tan racionales y lógicas como las del derecho positivo gestado colonialmente. Nosotros no podemos excluir la emocionalidad y los sentimientos de una historia cargada de frustraciones. Por eso cantamos el himno al mar con euforia. Hacemos banderas azules de cientos de kilómetros para impresionar al enemigo y al mundo. Dejamos que nos invada el rencor y conectamos la posibilidad del retorno al mar con un paradisíaco tiempo de felicidad plena. Deseos son solamente deseos.
Son concepciones opuestas de justicia y de razón. Son cosmovisiones culturales dispares. Creímos que la CIJ pudo tomar en cuenta una subjetividad latinoamericana menos egoísta y más solidaria que la de los vecinos. No lo hizo. No tenía por qué hacerlo. La modernidad racional fue inventada por los europeos. Nosotros desde 1825 apenas queremos copiarla sin lograr todavía entenderla. No entendemos la contundencia de lo que es Ley. El presidente tampoco.

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