El malestar en el folklore
Los Kjarkas están entre los grupos folklóricos más
importantes del país de las últimas décadas. Su producción ha superado en
calidad y cantidad a la mayoría de las agrupaciones desde los años 70 del siglo
pasado. No sólo han marcado época sino han transformado el modelo del folklore
nacional. Han generado corrientes que se fueron adaptando a las cambiantes
condiciones de producción y difusión de música popular. Han tenido épocas de
altísima aceptación pero nunca han estado fuera del escenario musical. Han sido
criticados especialmente por cuestiones estéticas y culturales. Pero han gozado
de la aceptación del público de manera incuestionable.
El videoclip de la morenada Cara Bonita presenta una letra e
imágenes que ya estuvieron y están en otras canciones no solo nacionales sino
también del mundo global. Es una
producción androcéntrica que está provocando un debate jamás visto en torno a
una simple canción para bailar. No es tan simple dirían sus detractores. Es
machista y patriarcal. Presenta a la mujer como un objeto de consumo. Refuerza
la discriminación de género. Naturaliza la inferioridad de la mujer. Sus
implicancias tienen relación con el feminicidio. Los autores responden a las
tendencias machistas que divierten al poder. Argumentan ampliamente quienes solo
ven decadencia y morbosidad en la canción.
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(foto propia) |
También están los menos apocalípticos. Recuerdan que el arte
es un ejercicio de libertad de expresión y que los públicos tienen la capacidad
de interpretar los mensajes de acuerdo con sus necesidades y condiciones
culturales. Pueden decidir si consumen o no esa producción. Hacen referencia a
muchos ejemplos iguales o más crudos en cuanto a la representación de la mujer.
Argumentan que no es posible creer que una canción genere comportamientos
misóginos cuando la tradición histórica es mucho más fuerte que el contenido
manifiesto del video. Recuerdan que el machismo es un problema cultural
histórico y estructural de los países latinoamericanos. Que ser crítico para
proyectar imagen de compromiso ahora está de moda.
Las razones y emociones que atizan el fuego del sorprendente
y saludable debate están poniendo en evidencia un malestar cada vez más
cáustico en la sociedad boliviana. Parece que cualquier cosa que se haga da
motivo para recibir palo por unos o ser apologizado por otros. Y también parece
que cualquier tema vinculado directa o indirectamente con el poder es motivo de
cuestionamiento. La crítica a la canción Cara Bonita no es solo estética. Es un
cuestionamiento profundamente político a la sociedad y sus (anti) valores cuya
significación está en crisis. Nuevas palabras han emergido para designar lo
correcto y lo incorrecto. Se han multiplicado los significados en torno a
causas aparentemente únicas. La noción de verdad está en crisis. Hay tantos
tipos de feminismos como de izquierdas o derechas. Todos aseguran poseer la verdad
y no aceptan la posibilidad de siquiera intentar entender las razones del otro.
El desentendimiento se ha hecho radical a causa de la desconfianza en los demás.



Está difícil confiar en las personas. Está fácil encontrar
paja en el ojo ajeno. Es un malestar conectado con la decepción. Se confía en
políticos que proclaman discursos mesiánicos y luego traicionan su palabra.
Sectores corruptos denuncian a otros corruptos en un país donde todos parecen
ser iguales. “Hoy
resulta que es lo mismo ser
derecho que traidor,
Ignorante sabio o chorro generoso o estafador”. Decía Discépolo hace casi
un siglo. Estamos peor. Mochilas y arboricidio por negocio. Contratos sin
licitación y enriquecimiento ilícito. Desprecio por la norma abstracta y
discriminación racial. Feminicidio e inseguridad laboral. Guerra analógica y
digital. Parece que todo está mal.
Lo bueno de este sombrío y pesimista panorama es que todavía
hay libertad para criticar y cuestionar. Los ciudadanos y colectivos están
poniendo en jaque a quienes hacen mala gestión pública. Las redes sociales sirven
para dinamizar estas nuevas formas de generación de conciencia y participación.
El malestar se está instalando y haciendo evidente en la cultura y ahora en el
folklore nacional. Así también está generando sueño y deseo por una sociedad
mejor. Con justicia y equidad. Una cultura sin corrupción ni decadencia
patriarcal.
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