Crisis de “la” verdad


Parque Cretácico Sucre (foto propia)
El concepto de verdad está en crisis. Las certezas sobre la certeza única que prometió la modernidad están cada vez más difusas en tiempos de mundialización y redes sociales. El desarrollo histórico de los pueblos ha asumido formas impredecibles de “invención” de las nociones de veracidad. Cuesta reconocer que la versión del otro pueda ser distinta y tener legitimidad hasta poder ser considerada “otra” verdad también legítima.
Diversos son los factores que inciden en esta profusión de perspectivas sobre lo que hasta hace unas décadas consideramos verdadero. La revolución que ha generado la digitalización de la información ha entrado al fondo de la configuración del ser ciudadano y sus formas de conciencia. Los medios masivos siempre tuvieron ese gran desafío. No siempre tuvieron éxito. Los compromisos económicos o políticos los llevaron frecuentemente a tropezar con barreras que se oponen al trabajo con veracidad. Ahora su centralidad se ha trasladado a renovadas formas de interacción que no tienen compromiso con la veracidad ideal del periodismo. En las redes se dice todo lo que las personas consideran importante. Muchas veces no se preocupan si lo que dicen es o no es relevante.  Lo importante ahora es relativo.
Seguimos desinformados. La lucha por la ascensión social se ha acelerado a ritmos globalizados. Grandes grupos de pobladores de todos los continentes han decidido alcanzar niveles de confort y bienestar provocando degeneración del medio ambiente. No lo saben. Si lo saben no les importa. El consumo desenfrenado es la lógica del mercado depredador. Los ciudadanos no están informados adecuadamente sobre el mundo macro social del manejo económico y político. La participación en democracia está nublada por las verdades construidas por quienes tiene más poder y recursos retóricos. No todos tienen las mismas condiciones de acceso a la información de interés público.
Los políticos construyen sus verdades de acuerdo con intereses ocultos y pretenden convencer a los ciudadanos inclusive por la fuerza. Finalmente imponen sus versiones aun sabiendo que no son creíbles. Los ciudadanos tienen que hacer esfuerzos adicionales por acercarse a alguna  certeza. Desconfían de los políticos especialmente cuando éstos se han disfrazado de periodistas o comunicadores. Las redes sociales les sirven para construir nociones en medio de la informalidad y el humor de las culturas populares. Mientras las estrategias de exclusión generan más pobreza y marginamiento.
La normativa internacional avanza hacia la consolidación de los Derechos a la Información y Comunicación en las leyes. Son pasos importantes que se están dando aunque todavía distantes de ser asumidos por los actores políticos.
Los medios de comunicación tienen el gran desafío por cumplir su mandato de satisfacer el Derecho a la Información de toda la población. Para eso también fueron creados. Las escuelas de comunicación y periodismo tienen el desafío prioritario de formar profesionales técnica y éticamente competentes y comprometidos. No es un desafío menor. Hay que contrarrestar la poderosa informalidad con la que se construye opinión pública en las calles y las redes sociales. Sin olvidar los intereses que están detrás de los sistemas mediáticos.
Es necesario intervenir en los procesos de toma de posición de los ciudadanos en democracia. La participación de personas mal informadas distorsiona la salud del Estado de Derecho. La academia debe estar atenta a las nuevas formas de producción de verdad que están generando participación. Las carreras de comunicación tienen que reconfigurar sus métodos y teorías para la formación de profesionales a la altura de los nuevos tiempos de crisis de las nociones de verdad.

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