Las mentiras no son solo digitales
El gobierno declaró la “guerra
digital” en las redes para contrarrestar las mentiras de la oposición. Dicen
que lucharán con la verdad y no con datos falsos como lo hacen los de la
derecha. Defenderán la repostulación del Presidente Morales como una conquista
de los movimientos sociales. Hay nerviosismo porque las redes no son controlables como los
medios masivos. Los opositores también tienen su verdad pese a su diversidad de
intereses y visiones. No aceptan que se incumpla la Constitución Política del
Estado. Exigen defender la democracia. Está en juego la lucha por imponer una
de las dos verdades. La próxima batalla fue postergada para después del
carnaval.
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(Graffiti en La Paz; foto propia) |
No es verdad que las mentiras de
la política solo ocurran en las redes. Recordemos cómo se manipuló el audio y la imagen de un vídeo de la masacre de Pando. Ejemplos hay millares en todo el
mundo. Los políticos de derecha o de izquierda juran que sus discursos son
verdaderos. Los marxistas los llaman “falsa conciencia” porque ocultan las
verdaderas relaciones de poder y dominación.
En el pasado la guerra política
era mediática. Los medios masivos eran el escenario privilegiado del
enfrentamiento. Los convirtieron en arma para afectar y defenderse del
adversario. En la primera época de este gobierno el sistema mediático fue
invadido por el político para el desarrollo de sus bélicas disputas. Ahora el
panorama es otro. Las mentiras cambiaron de sistemas y medios de divulgación y
los políticos oficialistas creen que su origen está en las redes. Pero además
creen que su versión es la única verdad. Son creencias.
Es bochornoso utilizar un vídeo
del Ecuador para decir que Evo Morales fue abucheado en Tupiza. También es
afirmar que “el odio a Evo es el odio a los indígenas”. Ambos podrían ser memes
virales. El problema no son los medios. Las mentiras salen de quienes luchan
con la seguridad de que sus argumentos son verdades absolutas.
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(foto tomada de Facebook) |
Vivimos en un país desinformado
por razones estructurales. Se supone que la participación en democracia se debe
realizar en base a la racionalidad y datos comprobados. Algunos leen muchos
libros y otros apenas entienden señales de tránsito. La pretendida “conciencia
crítica” es un ideal que puede no ser alcanzado ni por quienes se jactan de ser
altamente lógicos. Hay personas que utilizan elocuentemente la palabra para expresar
sus ideas. Otros no manejan discursos orales y recurren a símbolos y signos de
otros repertorios. Los juguetes de la guerra de galaxias bloqueando las calles
son expresión de conciencia crítica traducida en símbolos cargados de razones y
emociones. Ironizan creativamente la contundencia de los bloqueos. Pero sobre
todo denuncian que la supuesta presencia del Imperio yanqui detrás de los
movimientos ciudadanos es un absurdo. La posverdad fue desarticulada con humor.
En tiempos de guerra se
tergiversan las realidades. El fragor de la batalla hace que los soldados
pierdan la razón e incursionen fácilmente en hazañas heroicas o rotundos
fracasos. El Defensor del Pueblo pierde la razón y se convierte en “atacador
del pueblo”. Olvidó que su rol es proteger a los ciudadanos de los abusos del
Estado. Utiliza argumentos racionales y recurre a la Ley para justificar una
tergiversación increíble. Nadie le cree. Son tiempos de guerra.
A un lado hay un discurso
compacto y sostenido oficialmente para imponer la repostulación indefinida del Presidente.
Al otro lado las diversas intenciones confluyen en un solo punto: no a la
repostulación. Los políticos sin proyecto del pasado aprovechan para
mimetizarse tratando de sacar tajada. El 21 de febrero próximo se pondrá en
evidencia la fuerza de ambos lados. Tal vez se defina el destino de la
democracia.
El primer escenario por
excelencia son las redes sociales. El segundo son las calles. En el primero
circularán verdades y mentiras de ambos lados en lenguaje verbal y simbólico.
En el segundo se puede pasar a la agresión física. Barbarie típica de la
irracionalidad humana. Es el riesgo de buscar guerra cuando lo que se espera en
democracia es la convivencia pacífica entre personas que piensan diferente y respetan
las reglas.
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