Ferocidades digitales
Las redes sociales fueron el escenario privilegiado para
interacción e intercambio de ideas en las últimas conflictivas semanas. Unos y
otros anunciaron su insuficiencia para la generación de información confiable.
Las condenaron como el origen de todos los males de la tensa y sucia lucha política
y obviaron su poderoso rol en tiempos acelerados de globalización. Pero en las
redes se están configurando importantes tendencias de pensamiento que influyen
o determinan el curso de los hechos. Pese a sus detractores.
El uso de medios en política ha estado moldeado por la
experiencia goebbeliana del nazismo que repetía falsedades hasta convertirlas
en verdad. Las dictaduras de los años setenta tenían en los medios masivos uno
de sus principales recursos controlados de persuasión. En esa época era más
fácil porque los ciudadanos carecían de otras fuentes de información.
Ese modelo se mantuvo consolidado hasta que aparecieron las
redes sociales en un contexto globalizado que valoriza la convivencia en un
Estado de Derecho. Los medios masivos aun reproducen la estructura unidireccional
de emisión verticalista de mensajes. Son instituciones empresariales que
trabajan dentro las reglas del mercado del cual son importantes dinamizadores.
Su obligación con la población es mantenerla veraz y oportunamente informada.
Es cumplir con el Derecho a la Información de ciudadanos que pueden y deben
demandarlo.
Las redes no son medios institucionales de comunicación. Son
conglomerados interactivos de personas comunes que se conectan por afinidad
identitaria o familiar. No tienen ninguna obligación con la transmisión veraz
de noticias. Su único derecho irrenunciable es la Libertad de Expresión en base
a opiniones de sus usuarios. Opinión no es información. Ojo a ese detalle. No
se puede exigir a las redes sociales que digan la verdad porque las opiniones
se generan en contextos de alta subjetividad. Las opiniones normalmente están
cargadas de sentimientos y emociones. La opinión pública se construye
inevitablemente en una compleja dinámica interactiva de datos “objetivos” con
“subjetivos”. Así siempre se ha generado la historia que normalmente es escrita
por los vencedores.
Los usos técnicos y políticos verticales de los medios han
estado vigentes hasta el 21-F en nuestro país. Los escenarios políticos de
lucha se trasladaron prioritariamente al Facebook y WhatsApp. El Twitter tuvo también su relevancia pero con menor alcance. Se produjeron
grandes discusiones que escaparon del control de los poderes. El oficialismo
creó la Dirección Nacional de Redes para intentar vanamente incidir en esa
nueva y feroz dinámica de formación de opinión pública. Se descalificó y
condenó cualquier posible credibilidad emergida de ellas. Se las despreció por
ser una especie de “cuna de la mentira” que no puede ser tomada en cuenta para
los destinos superiores de la historia. Se caricaturizó a los “activistas de
feis” como inútiles y figuretis sin trascendencia. Se operó la Respostulación haciendo caso omiso a los resultados del
referéndum y suponiendo acaso una resignada aceptación.
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(foto propia) |
La ferocidad objetiva y subjetiva se activó nuevamente con
la promulgación del Código del Sistema Penal. Verdades y posverdades removieron
la ya deteriorada relación del gobierno con la sociedad civil especialmente
urbana. Se entorpeció cualquier posibilidad de entendimiento. La mala relación
entre actores dificultó el consenso. La abrogación del código fue casi un
pretexto. Es como el resentimiento de una pareja que discute obsesivamente y no
puede ver el fondo de su problema. O prefiere esconderlo. Así dice la
psicología.
La virulencia emocional y sus perversas
tergiversaciones por ambos lados han incidido una vez más en los hechos. La
desaceleración calculada de las tensiones no garantiza el fin de los resentimientos.
Hay intereses explícitos y velados por todo lado. Hay información confiable y
barbaridades en fuego cruzado. También intentos de auto-regulación cuando la
misma gente se da cuenta que la desinformación sumada a los pánicos suele ser
mal presagio de violencia. Es notable el esfuerzo de los medios masivos por
ejercer su rol de productores de noticias veraces como respuesta al caos
digital. Los medios están actuando como analgésico en el torrente sanguíneo de
una nueva condición comunicacional que está lejos de terminar. Es solo una prudente
desaceleración.
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