Crisis y confusión
Hay una interesante pirámide inventada por un tal Kelsen
para explicar la jerarquía que ordena las normas de un Estado. La Constitución Política
es la máxima norma debajo de la cual deben ser formulados los códigos y demás
leyes. El Código Penal se encarga de poner los límites entre las libertades y
las obligaciones. Es una norma fundamental cuyo cumplimiento es obligatorio
para todos. El contenido del nuevo código no fue informado a la población y
menos consensuado. Ni la desinformación
deliberada de los ciudadanos está permitiendo su imposición. Hay algo que huele
mal en medio de tanta confusión.
Los médicos comenzaron a cuestionar apenas dos artículos que
afectan su ejercicio profesional. Ahora otros sectores cuestionan otros e
inclusive todo el documento. El presidente dice que son intereses políticos los
que se oponen a su proyecto. Los artículos del Código del Sistema Penal también
tendrán consecuencias políticas si se los aprueba. Hay incoherencias y
contradicciones con la CPEP. Hay desinformación generalizada pero se notan
importantes esfuerzos por salir de esta pintoresca confusión.
No es verdad que en las redes solo hay falsedad. También es
el escenario de “multitudes inteligentes”. Esta semana han circulado rumores sobre
un posible Estado de Sitio y actos represivos propios de momentos caóticos que
los políticos trasnochados aprovechan para aumentar el desorden. Inmediatamente
se difundieron mensajes correctivos y auto-educativos de los ciudadanos
advirtiendo de los peligros de rebotar cualquier cosa que llega por la redes.
Se orienta para reconocer la veracidad así como la utilidad del contenido para
que los usuarios sepan distinguir información actual y desinformación. Es una
suerte de auto-regulación de redes. Algo tan deseado e idealizado para los
medios masivos y sus periodistas que se dan modos para trabajar bajo presiones
poco visibles.
Hay confusión para los ciudadanos que juegan cartas de
manera fragmentada y sin orientación. Los líderes de la oposición política
están más desorientados aun. Apelan a inflar viejos temores anticomunistas con
base en la incondicional alianza de los pocos fans de Chávez. Aumenta el temor por un posible giro hacia el
triste autoritarismo venezolano. La radical mitificación del proceso de cambio
impide ver sus propios logros. Quienes apostaron por Evo como respuesta
inclusiva al decadente sistema partidario neoliberal son empujados a la canasta
de los capitalistas pro-imperio. Es un maniqueísmo demasiado simple. La crítica
y el debate son descali
ficados como anti-históricos. Se ha instalado un
no-lugar para quienes piensan diferente donde el significado de democracia está
siendo alterado.
Sabemos que la Ley es para ser respetada. Se espera que las
normas sean consensuadas para garantizar el ejercicio de ciudadanía. Para ello
se necesita información oportuna y transparente. La confusión se ha instalado
porque la Ley más importante de la pirámide además de no haber sido acatada ha
sido ignorada pese a que la población dijo NO.
La justificación es que se basó en mentiras y no en la verdad. Como si
la verdad fuese única y estuviera siempre junto al poder. ¿Para qué formular
normas si no se las cumple?. Estamos viviendo una confunda crisis de
significado de la democracia que está impidiendo la comunicación y el
entendimiento.
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