Reggaetón en la mira
La interculturalidad en Bolivia no ocurre tan tranquilamente
como se podría pensar. Hubo y hay conflictos y diferencias que son
incrementadas por raros ejercicios de poder. Unos creen tener la razón sobre el
tema del arte y las culturas y otros defienden sus posturas y no parece haber
la menor posibilidad de entendimiento entre partes.
Ahora está de moda sacarle el cuero al reggaetón. Acalorados
ataquesdisparan especialmente quienes no encuentran nada de bueno en este
popular género musical. Critican su ritmo y melodía. Destrozan sus letras a las
que acusan de huecas y hasta sexualmente morbosas. Sugieren que son mal ejemplo
para los niños y jóvenes. Hasta intentan argumentar para afirmar con desprecio
que “eso no es música”. Mientras
millones de consumidores en todo el continente se emocionan y bailan
frenéticamente en sus envolventes melodías generando grandes ganancias para sus
promotores y artistas. Es un fenómeno típico de industrias culturales.
Una reciente investigación científica de las estudiantes de
la UCB Sarah Aldunate y Patricia Mendizabal arroja datos interesantes sobre tan
polémico estilo de música. Los compositores y productores de reggaetón afirman
realizar su trabajo por superación y por búsqueda de éxito. Tanto la música
como las letras atienden a las demandas de los consumidores que son recreadas
para garantizar el negocio monetario y también el simbólico. Económico porque
las industrias culturales que se articulan por detrás mueven mucho dinero y
generan una dinámica cultural importante. Constatación dolorosa para puristas
que no aceptan la entrada del arte al mercado. Simbólico porque detrás de toda
transacción monetaria existen diversos tipos de lucro simbólico que solo son
comprensibles por los propios actores.
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(foto propia) |
Las letras generalmente hablan de amor y sexo. Tocan también
situaciones de transgresión como infidelidad y poder. El desamor y la tristeza
no están ausentes de sus temáticas que son pretexto para la creación de un
clima festivo y alegre en el lenguaje musical. Son contenidos que siempre han
estado presentes en la canción popular desde tiempos remotos. La cueca es un
baile erótico y sexual como lo es el tango y otros géneros del pasado. Ahora los
oídos puritanos parecen estar más sensibles.
El estudio de recepción con estudiantes de colegios reveló
que la mayor parte de los jóvenes escucha esa música. Su principal razón es el
entretenimiento y la diversión. Nunca se proponen consumir este tipo de música
para aprender algo o con algún sentido educativo. Probablemente ocurra lo mismo
con cualquier otro tipo de música.
Reconocen que sus letras tienen contenido sexual y amor
oso.
Saben que abordan temas vulgares y machistas. Los padres de familia piensan que
sus hijos pueden discernir entre lo bueno y malo de las letras y que la
posibilidad de influencia directa del contenido sobre los jóvenes no es
significativa.
Estos datos son relevantes para comprender que los medios y
sus mensajes no son determinantes en los procesos cognitivos de los públicos.
También confirma que la gente tiene mecanismos de defensa configurados en base
a su experiencia de vida cotidiana y de información que reciben a través de
diversos ámbitos o mundos culturales.
La descalificación de este tipo de manifestaciones hace
parte de un modelo mental que se reafirma en nominar en el más puro sentido de
dar nombre a las cosas. Define todo lo que le rodea en vez de comprender la
realidad del entorno desde la perspectiva de quienes son actores de estos
procesos culturales.
Ya no estamos en tiempos de clasificación y rebautizo que
caracterizó el autoritario pasado colonial. Antes de cuestionar el consumo
cultural de los demás es necesario reconocer que los gustos de las personas nunca
son iguales. Que todas las personas son capaces de interpretar conscientemente
lo que consumen y tienen derecho de disfrutar lo que mejor les venga en gana. Y
que las industrias culturales también generan conciencia.
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