Tranquis….
El voto electoral se define por emociones y no por razones.
Tuvo que decirlo Castells para que la idea sea tomada en serio. No solo las
decisiones políticas tienen alta carga de emotividad. La realidad está
construida fáctica e imaginariamente en una mezcla de posibilidades lógicas y
subjetivas. Hay momentos en que sus diferencias son claras y evidentes. El
problema surge cuando sus límites se diluyen y se genera el caos de la
irracionalidad.
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(foto propia) |
Los griegos fueron los primeros en reparar y reflexionar
sobre la diferencia entre conocimiento lógico y mitológico. Aseguraron que la
verdad no era producto de las fantásticas
narraciones sobre el origen del mundo sino de la lógica de la
argumentación. La cultura occidental ha florecido y se ha expandido gracias a
ese dispositivo que ha ido distinguiendo cosas concretas de otras subjetivas.
La modernidad se ha basado en la razón para generar el paradigma más poderoso
de la historia. Técnica más razón generó progreso. El Capitalismo está fundido
con la Democracia y ésta con el Estado de Derecho. Son ideales racionalistas
que se han mundializado asumiendo versiones en los distintos contextos.
Pero no todo funciona como se piensa. Las bolsas de valores
parecen corazones sensibles a cualquier estornudo de los centros de poder
mundial. Muchas democracias se construyen en base al voto emocional de personas
que se apasionan por ideas o líderes que las manipulan hábilmente
convirtiéndolas en dóciles rebaños. Las personas no votan por programas ni
planes sino por afinidades o intereses. Se mitifican personajes en base a
estructuras en las que siempre hay un héroe que lucha ferozmente con enemigos más
imaginarios que reales.
Las industrias culturales funcionan y lucran en gran medida
gracias a las emociones producidas en sus mensajes y generadas en sus públicos.
Las lecturas supuestamente críticas y racionales son pocas. Las masas se mueven
y paradójicamente piensan emocionalmente. Quienes sufren ante este
panorama melodramático son los que creen
ser lógicos y racionales. Los “pobres intelectuales” que se desbautizan ante el
horror de la sin-razón de las “masas alienadas”.
El género más importante de los medios masivos es el
melodrama. A más lágrimas mejores emociones y ganancias. Los informativos con
sexo y muerte tienen más público que los formales hechos con racionalidad
técnica y ética. En la música no hay duda que las relaciones de amor y
desencanto son las que cautivan mejor frente a las sesudas canciones sociales
llamadas de “contenido”.
Las redes sociales no escapan a la regla. ¿Qué predomina en
el “feis” que no son emociones y sentimientos?. La hiperconexión amplifica y
acelera las auto-comunicaciones y la denominada post-verdad. Los ilustrados
lamentan su frustración ante el caos irracional que reina las nuevas
comunicaciones orientadas por algoritmos invisibles y omnipresentes. Los
políticos lloran a moco tendido cuando sus incontrolables opositores tienen
éxito en sus batallas simbólicas y digitales. Las verdades se han multiplicado
infinitamente ante la derrota de la
deseada única verdad. El monismo impulsado por la cultura occidental se ha escurrido
en la absorbente arena de la nueva escena donde prima la supuesta
irracionalidad.
No es que ahora las cosas son así. No es culpa de las redes
y sus ocultos tentáculos de vigilancia que la gente se “ralle así”. Tranquis….
Las verdades siempre se produjeron objetiva y subjetivamente. Tal vez los
antiguos griegos no debieron empujarnos a creer que los mitos no tenían un
fondo de verdad y que la lógica también podría ser emocional. Somos y podemos ambas cosas integradas y por
separado. Hay cosas que se deben pensar
y otras sentir o incluso especialmente presentir.
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