Géneros mediáticos y familia

Todavía existe la creencia de que los medios de comunicación contribuyen a desintegrar y tergiversar la familia nuclear. Se atribuye a éstos la capacidad de condicionar de manera unilateral el comportamiento y pensamiento de las personas. Son falacias completamente alejadas de la realidad. Al contrario. Los diferentes géneros producidos y difundidos por los medios masivos tienden a reforzar esa estructura tradicional compuesta por padres monogámicos y descendientes directos.
La publicidad es un género cuyo objetivo es promocionar el consumo de bienes y servicios. Para el logro de sus objetivos recurre a estudios de mercado con los que detecta demandas y características de la cultura de los públicos. Para alcanzar a un determinado sector utiliza símbolos de clases sociales algo más elevadas en status. El consumidor asocia productos con necesidades de ascenso social. Las industrias culturales funcionan gracias a ese mecanismo que suele ser sobresaturado. Pero quien decide la compra es el propio ciudadano de acuerdo con sus necesidades y condiciones económicas o culturales.
La familia en la publicidad es siempre tradicional. Papás e hijitos posan junto al carro del año. La propiedad privada es promocionada en situaciones familiares ideales. Servicios bancarios y de seguridad se asocian a escenas domésticas así como alimentos y bebidas. No existe en la publicidad boliviana otro tipo de familia que no sea la nuclear.
En el periodismo se representa a la familia en ocasiones de transgresión u ocasión de delito. No es novedad que sea en ese ámbito privado que ocurran varios tipos de violencia. Niños y ancianos suelen ser agredidos física y psicológicamente en sucesos que suelen convertirse en noticia. Peor si existe muerte. Lo privado se convierte en público y genera una natural demanda informativa. Diversos estudios demuestran que la mujer es más vulnerable dentro de su casa que en la calle.
El tratamiento de la transgresión suele ser desde el formal y discreto hasta el sensacionalista. Eso depende de las líneas asumidas por cada medio de comunicación. En ninguno de los casos se hace apología del delito. Se narran los hechos clasificando los actores como víctimas o agresores.  El público se encarga de interpretar y valorar los hechos.
(foto propia)
El melodrama es por excelencia un reforzador de esta institución que se va transformando de acuerdo con dinámicas propias y la incidencia de múltiples factores ajenos a los medios.  La estructura simbólica del cuentito de La Cenicienta es el modelo básico que sirve de inspiración para creativos guionistas que juegan con múltiples variaciones en la trama de tele y radionovelas.  El final casi siempre es el matrimonio o la unión de parejas luego de la superación de problemas y dramas terribles que son propios del sufrimiento y felicidad de quienes buscan el amor puro y eterno. En algunas historias aparecen relaciones entre personas del mismo sexo. Es una tendencia que acompaña las conquistas de reconocimiento de ese sector. En el fondo siempre está la apología de la familia tradicional.
El talk show es un género relativamente nuevo que expone deliberadamente la privacidad de supuestas personas comunes de la sociedad. Su éxito se basa en la alegoría de un juicio popular en el que la conductora (casi siempre mujer) pone en evidencia alguna transgresión a la fidelidad de las parejas. A eso se suma la participación de una tribuna enardecida con las emociones provocadas intencionalmente. Es un espectáculo crudo de las miserias privadas de la sociedad. Lo curioso es que la conducción siempre concluye condenando las faltas y reforzando la monogamia propia de la noción de familia tradicional.

El debilitamiento de la institución familiar no viene de los medios de comunicación. Condiciones económicas y de educación pueden estar provocando cambios que son acompañados por los medios. No así generados.

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