“Glup”
Otro de los principios
contemplados en el proyecto de Ley Marco de Culturas que se debate en el país
es descolonización. Una noción recurrente en el ámbito político pero también en
el académico. Nuevas olas se agitan en las ciencias sociales en el afán de
comprender la historia y de dar respuestas para los desafíos del futuro.
Ejercicio de sentido crítico que al que todos se inscriben pero no siempre lo
ejercitan.
En el ámbito de las culturas es
tal vez donde mejor se puede aplicar esta perspectiva. La conquista no solo
trajo su cultura sino que intentó imponerla. En esas épocas los europeos ya
habían divorciado la articulación entre arte y religión. También la ciencia
emprendió su propio camino en la búsqueda de la verdad de las cosas. Se separó
al actor del espectador y se inventó la noción de persona. Para marcar su
micro-espacio personal el individuo comenzó a utilizar el plato y el vaso
propios. Se distanció con pulcritud de la comida con los cubiertos. Inventó la
silla para sentarse a la mesa y comer. Pero también para escribir y pensar. Determinó
lo que es arte y lo que no. Distinguió a la sociedad entre los de buen gusto y
los vulgares. Aquí no había nada de eso.
Sus clasificaciones dicotómicas
obviamente entraron en conflicto con las cosmovisiones colectivistas y de
complementación de opuestos de los nativos descubiertos. Los resultados de esa
historia son conocidos. El arte es lo que producen sujetos inspirados y
especiales cultivados en academias donde aprenden técnica y estilo de manera
sistemática. Cultura es acumulación de conocimiento ilustrado y registrado
especialmente en el libro. Lo que no está dentro de ese parámetro estético no
es arte. Glup. No es cultura lo que no corresponde al conocimiento elevado
creado por las élites. Re-glup.
Con algo más de complejidad se
consolidó una especie de cultura oficial en torno a la cual se ordenaron las
nociones oficiales de cultura. Lo indígena y lo mestizo tardaron en ser
reconocidos como artes hasta poco después de la Revolución del 52. Luego hasta
se gestó un discurso indigenista que exaltaba las virtudes ideales de las
culturas indígenas pero como estrategia de exclusión.
![]() |
(foto propia) |
Vivimos tiempos de mucha
renovación de valores y patrones de interacción. Las gestiones culturales se
volcaron hacia lo popular y lo mestizo. Se pusieron de moda palabras como
pluralismo e interculturalidad. Corresponde profundizar las formas de desarmar
los mecanismos de exclusión que parecen ahora desplazarse pendularmente hacia
otras formas de discriminación.
La importancia de estos
principios radica en que desafían a que la gestión cultural profundice el
tránsito de un Estado estructurado socio racialmente hacia uno plural y
tolerante con la diferencia.
Es inadmisible la clasificación
en base a parámetros coloniales que desconocen la creatividad de todos los
sujetos más allá de sus condiciones sociales. Los anarquistas del siglo XIX
sostuvieron que todos somos artistas porque tenemos capacidad de embellecer
nuestro entorno. Podemos construir mensajes con tratamiento estético sin haber
pasado por academias ni ser reconocidos como virtuosos.
La concepción de arte y cultura
occidental no es el único parámetro para comprender esta dimensión que
caracteriza a la especie humana. Podemos construir objetos funcionales pero
estéticos al mismo tiempo. Podemos ir al teatro o bailar en un preste sin
conflictos. La libertad de escoger es un derecho al que no podemos renunciar.
También es la de respetar el derecho de los demás a producir y consumir cultura
sin el freno de estúpidas clasificaciones coloniales. La mirada descolonizadora
puede recrear el telón de fondo de la puesta en escena de la creatividad libre
de los ciudadanos en democracia. Sin desviar –claro- la atención de tantas
formas de ejercicio de poder.
Comentarios
Publicar un comentario