Culturas son culturas

Está en la puerta del horno el Anteproyecto de Ley de Culturas. Su redacción duró muchos meses y estuvo a cargo de varios colectivos de artistas y gestores culturales encabezados por la red nacional Telartes. Contiene principios que merecen ser tratados por su potencial alcance en la gestión democrática de las culturas de este enorme y rico país. Destacamos dos de ellas: la diversidad y la interculturalidad.
En la sección de “principios” se menciona la diversidad cultural y la interculturalidad como complementarios. Se afirma que el Estado Plurinacional debe fortalecer y promover “todas” las culturas existentes en el territorio boliviano. Menciona explícitamente a las culturas indígena originario campesinas y las comunidades interculturales. También hace referencia a las afro-bolivianas. No habla de las otras culturas no indígenas. Lo bueno del texto es que dice “todas” y así se debe entender. Sería muy largo escribir y mencionar a todas las culturas existentes en el país. Por ejemplo lo que existe en el infinito ámbito de lo mestizo y lo híbrido.
Hace referencia a comunidades interculturales. Eso podría interpretarse como las comunidades que son producto de cierto tipo de mezcla o combinación de culturas. Por ejemplo Los caporales. También se puede pensar en culturas que se encuentran en permanente interacción con otras diferentes. Como las diversas formas de Rock. En ambos casos se supone la existencia de al menos dos identidades que interactúan y generan manifestaciones que contienen elementos de ambas. Aunque prevalezca una más que la otra.
No hace referencia a otras culturas urbanas que no tienen raíces visibles en lo indígena originario. Muchas identidades juveniles suelen configurarse en base a signos provenientes de las culturas globales. Son adaptaciones creativas cuyas marcas identitarias “vienen de afuera”. También es importante campo de las artes eruditas o de vanguardia. Para alguien pueden no ser culturas dignas de fortalecimiento. Pero culturas son culturas. Eso no depende de la raíz.
(foto propia)
Tampoco se menciona la vasta producción simbólica de lo popular masivo que se genera en dinámicas globales y se difunde aquí a través de medios masivos. Melodrama y espectáculos televisivos son los géneros más movilizadores tanto de personas como de dinero. Sus ganchos para el público son el reconocimiento y la proyección de la vida cotidiana. Historias mexicanas o coreanas recrean temas que conectan rápidamente a millones de personas que sufren con la muerte y el dolor o se alegran con el amor y la belleza. Son temas que nunca dejarán de tener rating porque son de profunda naturaleza humana. Obviamente son culturas.
Hay culturas que se generan y se mueven en dinámicas originarias propias. Hay otras que aprovechan de las reglas del mercado y obtienen ventajas. Éstas suelen reducir las estructuras dramáticas a fórmulas predecibles y aparentemente poco creativas. Pero logran sus propósitos. El consumo les otorga legitimidad en procesos donde la significación es un enigma. No se sabe cómo la gente los interpreta ni incorpora a su subjetividad. Los únicos que saben cómo se apropian de esos contenidos son los propios espectadores. El consumo de un producto cultural masivo que siempre proporciona satisfacciones. Es imposible que exista consumo sin algún tipo de beneficio. Se trata de una subjetividad desafiante para su comprensión y para el establecimiento de condiciones de interculturalidad.

Respetar la diversidad cultural es entender la producción o consumo de cultura del otro. Sea de naturaleza originaria o no. No es posible la atención de políticas públicas que garanticen cohesión y diálogo sin asumir la interacción de culturas distintas. Es imposible la tolerancia y el pluralismo sin la convivencia armónica y equilibrada entre diferentes. La diferencia no solo se basa en la raíz étnica sino también en las imprecisas raíces globales.

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