I-lógicas del rebote y el descarte
No es
novedad que todo régimen político requiere de la legitimidad otorgada por el
apoyo de la sociedad. Tampoco es que el respaldo de la gente puede ser reforzado
y hasta generado por los medios de comunicación masiva. Eso cuando los públicos
no tienen más referenciales que los provenientes de los medios. Así funcionaron
las dictaduras de los años 70. Controlaron los medios a través de cadenas
radiales y televisivas. Ahora eso es imposible. La unidireccionalidad de los
medios tradicionales ha sido destrozada por la red internet y sus múltiples
redes sociales.
En el
pasado era prioritario controlar los medios. Ahora también se considera importante.
Algunos políticos afirman cínicamente que el periodismo es el cuarto poder. El
sistema político se apodera de los medios masivos y sus producciones
informativas. Algunos se salvan de esa injerencia. Convierten en escenario y
arma de lucha los diversos géneros y formatos. La población con menor acceso a
información de interés público es más vulnerable a los juegos del poder
reflejados en la programación cotidiana.
La red
internet rompió con el verticalismo de masas y generó una nueva condición
comunicacional que permite a los receptores convertirse en emisores. La
profusión de fuentes de información es la principal característica de este
nuevo estado cultural comunicacional. Los nuevos sistemas también son
controlados por intereses y nuestra información personal es apropiada por
poderes que desconocemos. Aun así tenemos nuevas dinámicas para construir
nuestra opinión sobre los pequeños y grandes temas de la sociedad.
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(foto propia) |
La
votación del 21-F estuvo marcada por una concepción tradicional de persuasión
de masas en base al bombardeo sistemático y unilateral de propaganda oficial.
Nadie esperaba que surgiera un escándalo melodramático que cambie el curso de
la contienda y menos que el nuevo escenario político sean las redes sociales.
La opinión pública se reconfiguró con información alternativa al sistema
masivo. Datos verídicos y especulaciones comenzaron a tomar cuenta de los
espacios de la red. Se dinamizaron velozmente las capacidades de generar
opinión y hasta el humor se convirtió en una forma de expresión que recrea
lúdicamente la verdad. No hay meme chistoso que no tenga un fondo de verdad.
La
primera actitud del poder fue pensar en controlar las redes. Misión imposible.
Se creó una Dirección General de Redes que busca mantener presencia estatal en
la sociedad civil. Desafío complicado porque las redes no funcionan
unidireccionalmente. Lo hacen en base a la activación de flujos entre
conglomerados de personas que asemejan nubes de sujetos articulados
voluntariamente y con intereses comunes. Con inteligencia y más referentes que en el
pasado. Se conoce también como “multitudes inteligentes” a las comunidades
virtuales que construyen su opinión pública en dinámicas generalmente paralelas
a los de los sistemas formales de comunicación. También generan interacción y
acción política con resultados incontrolables por los poderes hegemónicos.
El mecanismo comunicacional
de red es sencillo. Una persona recibe una información y tiene dos opciones. Si
está de acuerdo la rebota y comparte con sus contactos. Si le parece un dato
disonante con sus ideas o sentimientos lo descarta o bloquea. La red funciona
por la relación de confianza entre sujetos reales y con conciencias sociales
concretas y subjetivas. En la red no hay bobos sin criterio. Aunque a veces
parece que sí. Todos piensan y valoran lo que reciben antes de rebotar. Saben
que en las risas provocadas por el chiste laten formas creativas de conciencia
política. La capacidad de crear un mensaje con humor es una especie de venganza
contra la sociedad de masas del siglo XX que ahora está en crisis.
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