Peligrosas esquinas virtuales
La democracia no funciona sin participación ciudadana. La
participación ideal no es posible sin información verificada o verídica. Lo que
no es verdad es desinformación. Todos tenemos derecho a la información. La
obligación de los medios es informar con veracidad. Los medios no debieran tener
ningún poder sobre la información. Solo la obligación de entregarla al público.
Por eso es antiético pensar que son el “cuarto poder”. Las redes menos. En la inteligencia
humana está el verdadero poder.
La opinión pública se genera de una manera compleja. Es un
absurdo pensar que solo los medios tienen la capacidad de generarla. Los
ciudadanos toman posición en base al conocimiento y experiencias acumuladas y
la información que se recibe todos los días.
La gente desinformada es más vulnerable a manipulaciones
políticas y de otros tipos. Vivimos en uno de los países más desinformados del
hemisferio. Es una condición estructural e histórica también de otros países del
mundo. La vida cotidiana y la cultura mediática son importantes fuentes de
referencialidad para los ciudadanos.
En los espacios de vida diaria se interactúa con muchas personas. El trabajo y
el transporte público son lugares reales en los que la gente habla del mal
tiempo y de la política. El mercado y la
esquina del barrio sirven para que las personas se burlen y hagan chistes sobre
todos. En tiempos autoritarios el tema principal son los gobernantes. El humor
es una forma de conciencia social y política. Por eso hace reír. Tiene siempre
un fondo de verdad. Eso es lo que divierte.
Los medios de comunicación están condicionados por muchos
factores y se rigen por el Derecho a la Información. Las emociones son la marca
de muchas de sus producciones. No así la razón. Por eso se ficcionaliza cada
vez más el informativo de televisión.
En la prensa se pretende informar sobre los hechos de manera
técnica y ética. No todos lo logran. Hay medios controlados por poderes
políticos y otros no. Los regímenes autoritarios siempre buscan controlar los
medios de manera directa o indirecta.
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(foto propia) |
Las redes se rigen por el Derecho a la Libertad de
Expresión. No se puede esperar información correcta en sus flujos. Son las
esquinas virtuales de barrios sin lugar. En ellas se dicen cosas tan serias y
trascendentes como absurdas. No se puede esperar que la cultura superior las
ocupe para su divulgación. Esa es la frustración de los ilustrados como Eco y
la seducción para millones de jóvenes usuarios. Por eso las detestan y hasta quisieran
controlarlas. El “vulgo” encuentra en ellas su gran esquina de liberación.
Umberto llama “legiones de imbéciles” a sus usuarios.
Las redes digitales sirven para que la subjetividad de las
culturas individuales y colectivas se exprese libremente. Las personas exponen
sus sentimientos y dolores personales para buscar consuelo de amigos y
conocidos. La solidaridad y la compañía virtual son importantes
gratificaciones. También son para divertirse a costa de los demás o manifestar
nociones de moral ante transgresiones condenadas por el sentido común. Cosas
serias se mezclan sin lógica aparente con humor popular. El “realismo grotesco”
sirve para representar al poder en situaciones ridículas como venganza de la
conciencia crítica latente. Eso viene desde el carnaval de la Edad Media. Los chistes en las farras y toda forma de
humor político son sus escenarios por excelencia.
La conciencia social en democracia se forma con datos concretos
y subjetividad. Ocurre en las condiciones de educación e información de vida diaria
de los ciudadanos que en nuestro país están lejos de la racional ilustración.
El humor es el condimento predilecto para matizar cualquier “verdad” que
incomoda. Eso ocurrió hace siglos y ocurrirá siempre en éstas o en nuevas
formas de comunicación que se inventarán a medida que las actuales sean
controladas o no produzcan más satisfacciones y generen opinión.
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