Melodrama en “modo” global
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(foto propia) |
La
telenovela latinoamericana es el género televisivo más importante de las
últimas décadas. Es la adecuación de la radionovela que hasta los años 70 fue
el formato reinante del continente. La radionovela se adaptó a partir de las
fotonovelas que nuestras madres y abuelas solían leer y canjear ansiosamente en
la revistería de la España y Colombia. El cine mexicano tuvo su gran
contribución representando historias de charros que enamoraban y cantaban
haciendo justicia por los pueblos. Antes de las revistas se leían los dramas de
Corín Tellado que son continuación de folletos y publicaciones diversas del
siglo XIX. En la edad Media los Juglares contaban historias de amor y locura
ante villanos que impresionados escuchaban historias en medio de malabarismo y
espectáculo circense. El género base de todas esas narraciones es el melodrama.
Son
historias privadas de personajes que aman intensamente y lloran de manera
conmovedora ante situaciones comunes de la vida cotidiana. Interpelan a sus
consumidores porque representan ficcionalmente situaciones que los ciudadanos
viven cada día. Muchos sectores empobrecidos del continente aprenden cosas que
la escuela o las iglesias no han podido abordar pero son importantes para
convivir y pertenecer a las culturas de las grandes ciudades. Aprenden
vestuario y lenguaje. Conocen etiqueta y “buenos modales”. Asimilan decoración
de interiores y uso de cubiertos. Captan tipos de reacciones ante situaciones
críticas de la privacidad: infidelidad y desentendimientos.
Las
telenovelas brasileñas se dan el lujo de ser las más caras frente a las de
otros países. Todas llegan a otros continentes y generan ganancias que las
convierten en industrias de producción simbólica y cultural. Algunas se reducen
a recrear mitos como el de la cenicienta en versiones variadas y con
condimentos locales. Otras tienen contenidos educativos que atienden temáticas
globalizadas tales como género o medio ambiente. Todas tienen algo que atrapa la
atención de hombres y mujeres de distintas clases sociales que las consumen
simultáneamente en casas con diferente acabado y en televisores de distintos
tamaños y marcas. Son poderosos mensajes que se basan en “realidades”
imaginadas y se disuelven en las mentes ávidas de emoción y suspenso.
Este
reinado de la telenovela parece estar siendo amenazado por las nuevas y
millonarias series de televisión que las grandes corporaciones (FOX, ABC, HBO,
etc.) mundiales han comenzado a ofrecer.
Son producciones cinematográficas que no escatiman esfuerzos ni recursos
para lograr obras de arte de altísima calidad. Su éxito radica en las temáticas
actuales que abordan en narraciones altamente emocionantes que sorprenden
permanentemente y dejan en suspenso a televidentes en todo el planeta. La
universalidad de sus temas se conecta con preocupaciones y nuevas
sensibilidades en tratamientos estéticos sofisticados. Música especialmente
compuesta junto a vestuarios deslumbrantes y escenarios fuera de serie son
comunes en estas producciones.
No
hay riesgo de fracaso. El profesionalismo en todos sus niveles es la principal
característica. Recrean contextos en los que lo popular asume nuevas narrativas
que inquietan al ciudadano global hiperconectado. Interpelan por la representación
de juegos de poder (Games of Thrones) que recurren al pasado medieval como
pretexto para demostrar que nada cambió en el género humano. La crudeza de la
recreación de la frágil división entre lo correcto y lo incorrecto en tiempos
de incertidumbre (Breaking Bad) pone en vilo la importancia de “la verdad”. El
pánico cínico con el que los del norte ven a los migrantes del sur saliendo de submundos
de ultratumba (tercer mundo) para invadir sus civilizadas y ordenadas ciudades
(WalkingDead).
Son narrativas que
recurren al melodrama con sofisticados tratamientos que sorprenden. Representan
preocupaciones de ciudadanos globales en tiempos de incertidumbre y
cuestionamiento crítico de valores dejando emocionados y pensando a los
televidentes. Esta vez en “modo” global.
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