Negacionistas en jaque
La invención del conocimiento científico significó para el mundo occidental un paso gigante hacia la conquista de la verdad. Pasaron los siglos y los cuestionamientos se multiplicaron desde diferentes perspectivas. Los más serios se generaron dentro del mismo campo científico donde se constató que las certezas de la física y la biología no eran absolutas. Pero las visiones más pobres volvieron a la subjetividad de las creencias sin fundamento. Los detractores de las vacunas son el vivo ejemplo de ese curioso retroceso en tiempos de pandemia. En plena Sociedad de la Información millones de personas se resisten por desinformación y un toquecito de irresponsable egoísmo.
La ciencia puede ser cuestionada en muchos aspectos. Pero
sigue siendo el ámbito que desarrolla métodos sistemáticos que solventan el
conocimiento que producen. Todo el progreso y los avances tecnológicos de los
que disfrutamos se deben a la ciencia. No así a las creencias y supuestos que
circulan en ámbitos aferrados a la especulación. La pandemia sorprendió a todos
y desafió a los científicos a crear vacunas y remedios que mitiguen esta
imprevisible y mutante enfermedad. Organismos internacionales validaron varias
vacunas producidas en menos de un año. La inmunidad total o parcial comenzó a
proteger importantes sectores de la población mundial. Pero muchos optaron por
decir “no a las vacunas”.
Algunas explicaciones son relativamente razonables y otras
son tristemente argumentadas. “Yo me curo con la medicina ancestral”. Es una
posibilidad muy limitada por la agresividad del virus. “Existen intereses
comerciales detrás de las vacunas”. No hay nada en el mundo global fuera del
mercado. Podemos acceder a bienes culturales pagando ingresos o comprando
libros. Ni la televisión local es gratis. “No sabemos lo que tienen las
vacunas”. Bastaría con googlear para saberlo de manera básica. Mejor si
accedemos a revistas científicas. Tampoco sabemos lo que tiene la comida y los
otros remedios. “Las vacunas no funcionan”. Los hechos empíricos y las
estadísticas demuestran que alrededor de 80% de las personas que llegan a UTI
no se vacunaron. “No creo en las vacunas en general”. La ciencia no es para
creer es para conocer lo desconocido. “El coronavirus no existe”.
Desinformación es ignorancia. “He pasado la enfermedad y estoy inmunizado”. El
virus se transforma y ataca de diferentes maneras. Eso se conoce como
“variante”. “Tengo
motivos religiosos o éticos”. Algunas religiones se aferran al oscurantismo
medieval basadas en la manipulación de personas desinformadas. “Inyectan un
microchip para controlarnos”. “Las monedas se pegan en el brazo”. Todavía no se
inventaron aparatos en estado líquido. “Producen esterilidad”. “Te convertirán en
homosexual”. Ignorancia radicalmente deplorable.
Existe miedo a lo desconocido. Hay
incertidumbre por los errores cometidos por
las instituciones y los medios de comunicación que incumplieron su rol
de informar con veracidad desde el inicio de
la pandemia. Desconfianza hacia el Estado
porque utiliza vergonzosamente la pandemia para fines proselitistas. A eso se
suma la infodemia que satura redes sociales y a veces se filtra en ciertos
periodismos.
Pero lo incomprensible es que haya gente negando su pertenencia a una comunidad de la cual depende. La enfermedad se transmite en cadena. No es posible asumir ese aislacionismo egoísta e irresponsable que contribuye a que personas inocentes corran el riesgo de contagiarse o morir. No es justo que médicos y enfermeras estén con Covid 19 porque tuvieron que atender a despistados negacionistas. No está bien que el Estado siga gastando dinero público para curar personas sin argumentos ni solidaridad con su propio entorno familiar y social.
Los
hechos han demostrado que la ciencia y sus avances son el asidero del que el
Estado y la sociedad civil deben aferrarse. Esto incluye al periodismo que por
sus compromisos económicos y políticos suele extraviarse de su obligación al no
informar con veracidad y precisión a la sociedad. Hace falta información y
educación más que medidas coercitivas que huelen a autoritarismo. El gobierno
podría hacer campañas útiles en vez de gastar la plata en favor de las fakes
que inventan sistemáticamente. Los negacionistas saben que la cuarta ola sería
distinta si se hubieran vacunado. A eso se suma que deben presentar certificado
de vacuna para ingresar a lugares públicos. Están en jaque. Pudieron haberlo
evitado.
Felicidades Marcelo, comparto tu modo de plantear el momento crítico que estamos viviendo, cuestionando lo incuestionable por falta de responsabilidad personal que repercute en el ámbito social.
ResponderEliminarMuy cierto Marce, hoy en día prima la desinformación y es aquello que mas ahonda en el sociedad actual, y más propiamente dicho en el sector donde habito.. las personas sólo se guian y indican lo que escuchan, ven leen en las redees sociales o del que dice uno y otro.
ResponderEliminarExcelente Marce, sumado a todo esto, tenemos ese sentido de superioridad hacia y con la naturaleza, que no es lo mismo que valorar el conocimiento ancestral y afianzarnos en la cultura, de hecho, éste es un bicho nuevo y tienen que seguir investigando los médicos tradicionales, P o rq esto es diferente, entonces, nos encontramos con el método científico, que no n I s queda otra que apoyarnos en el, porq la dinámica nos exige. Gracias Marcelo, lindo texto
ResponderEliminarMuy buen análisis Marcelo, una pena la falta de una visión universal debilitada por las ideologías
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