Año recortable

Agarre unas tijeras y corte la historia de Bolivia el día 20 de octubre del 2019. Haga otro corte en la misma fecha en el 2020. Junte las dos partes de la cinta e interprete. Los bolivianos estaban yendo en un micro azul por un camino tortuoso pero funcional. Por muchas razones se cansaron del torpe chofer y lo botaron. Lo sustituyeron por un conductor diferente pero con el mismo uniforme. Los otros no inspiraron suficiente confianza. El problema era el chofer.

El voto de los indecisos definió esta elección con resultados sorprendentes. Los grandes problemas de gestión pasaron a importar poco ante el fantasma de los conflictos que en Bolivia son de temer. El deseo de estabilidad para los planes de crecimiento particular ha penetrado fuertemente en los procesos de racionalización del voto. La inmadurez o debilidad de los otros candidatos exigieron combinar deseos con sueños y cruel cotidianidad. La pandemia dejó ver que más infecciones existen en el deteriorado maltratado cuerpo del Estado Plurinacional. Desinformación y rebeldía se mezclaron con ineficiencia y corrupción. Hay que ser desadaptado para no escapar se ese bochorno.

De nada sirvieron las torpes injerencias desatinadas de periodistas extranjeros. Poco importaron los contactos con narcos mafiosos y las nuevas ollas de hirviente corrupción. Machismo y la supuesta pedofilia parecen no haber tocado la moral tradicional de los bolivianos. A veces lo económico y lo político son más fuertes que la espiritualidad. En otros casos es la voluntad de Dios la que define la historia. La biblia entró en el Palacio en vivo y en directo en medio de oraciones. Para Ramés y sus creyentes también este año fue el peor. No hubo thaparankus justicieros esta vez. La racionalidad política emergió de emociones y sensaciones exhaustas por el desentendimiento y la violencia. Parece que no importa el color del micro mientras avance y garantice los proyectos privados. Liberalismo puro.


Había que disminuir al mínimo los riesgos. No puede conducir el micro alguien que no tiene licencia. Ausencia de programa y propuestas serias en todos los campos se pusieron en evidencia. “La economía de reactiva, reactivando la economía”. Faltó coherencia y visión contundente sobre la importancia del Estado de Derecho. Dijeron cosas porque tenían que decir. Despreciaron al elector con banalidades pueriles. Desde la presidente hasta el exótico galeno oriental. La derecha nunca tuvo un plan inclusivo de desarrollo. Salvo al inicio del periodo neoliberal de los años 90. Su afán es un puro crecimiento extractivista y egoísta. Este año se confirmó que los políticos van directo a poner el grano en el bolsillo. Todos buscan obsesivamente sacar tajada. Incluso quienes se dicen luchar por la injusticia y por los pobres. La corrupción se ha naturalizado. Los transitorios se lucieron haciendo demostraciones de lujo. Como ciertos alcaldes innombrables.

Los problemas macrosociales afectan la vida diaria pero no son percibidos por el votante. La falta de respeto a la Ley o la injerencia del poder ejecutivo en los demás poderes no llega directamente a la mesa del desayuno. Las estrategias geopolíticas mundiales contrarias a las del imperio yanqui tampoco se sienten en las casas de los votantes. Los tentáculos de las mafias internacionales no son visibles. Las ocultas formas de control de la información y la negación de la comunicación no son prioritarios en tiempos de redes. Los ciudadanos están desinformados de las tenebrosas transacciones que ocurren todos los días en el mundo público.

El deseo de los bolivianos es que la democracia funcione bien. Que la justicia no sea cooptada por el sistema político. Que la economía sea estable y tenga un crecimiento mejor distribuido. Que exista libertad de expresión y de pensamiento. Satisfacción de los derechos a la información y comunicación. Sin persecución ni amenazas. Que los sistemas de salud y educación sean priorizados. Importante es que se implementen políticas ambientales para evitar los desastres que vemos todos los días en ciudades y zonas rurales.

Esta decisión de cambio de chofer está apostando a que mejoren las cosas. Sin conflictos y en clima de respeto pluralista. Hay muerte innecesaria y profundas heridas en la mente de los bolivianos. Una polarización con olor a venganza maniquea invade las redes. No se han visto señales efectivas de que todo vaya a ser mejor. Al contrario. Las imposturas comenzaron antes de la posesión. El abuso de poder y la manipulación de la Ley por conveniencia también se han naturalizado. Mala señal.

Estamos en una pausa marcada por la esperanza. Bolivia es un país altamente politizado con una fuerte vocación por la democracia. Así es como debiera interpretarse este año tan raro y completamente recortable.

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