Negros e indios, no entran
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(Foto propia) |
Miles de africanos hacen todo
para llegar a cualquier lugar de Europa. Centroamericanos hacen lo mismo para
cruzar la frontera entre México y EEUU. Sirios y asiáticos también. Sus países
están colapsados por violentas crisis económicas y violencia crónica. A eso se
suma el cambio climático que está alterando los ritmos regulares de sus ciclos
productivos. Sus Estados están contaminados de corrupción e ineficiencia. No
tienen otra alternativa que migrar aun sabiendo que se estrellarán contra muros
o puertos hostiles. La modernidad niega la entrada al bienestar a negros e
indios. No había sido tan universal ni globalizada como se creía.
En la década de los años sesenta
del siglo pasado explotó una de las mayores crisis de la modernidad occidental.
Las minorías se dieron cuenta de que la igualdad y libertad embanderada por los
franceses no era para todos. La fraternidad proclamada para todos los humanos
no era más que un canto de sirenas. Todas las bondades del capitalismo y el
Estado de Derecho fueron pensadas solo para el hombre blanco. El gran sueño de
la democracia participativa solo sirvió para legitimar nuevas y más
sofisticadas formas de exclusión. La realidad consecuente solo muestra marginamiento
y discriminación. Negros e indígenas tienen reservada solamente la triste y
pobre casilla de sus decrépitos países. Las demás etnias no blancas también.
Las mujeres tampoco estuvieron en
el proyecto moderno. Ellas también comenzaron a organizarse reivindicando
igualdad en todos los ámbitos de la sociedad. Desde aquella década furiosa
conquistaron mucho hasta el presente. Pero no dejaron se ser despreciadas.
Ahora acceden a la educación y al trabajo. Pero ganan menos que los varones y con
más desventajas laborales. La “flexibilidad laboral” es más dura con ellas. Su
rol de madres y amas de casa no se alteró. Ahora tienen la nueva carga del
trabajo fuera de casa.
La misma década sirvió para que
los jóvenes comiencen a generar su propia cultura. Se desencantaron con la
tradición conservadora de la sociedad adulta y decidieron rechazar la
mecanización productiva de la sociedad industrial. Crearon el rock & roll con
una estética apta para expresar sus deseos y frustraciones. El mundo tembló al
ver que los hijos bien educados salieron a los parques a hacer el amor y cantar
canciones contra la guerra. Poco tiempo pasó para que los hippies fueran
absorbidos por el sistema que los convirtió en moda. Diluyeron su protesta. El
joven pasó a ser el objeto de deseo de las industrias culturales. El mercado
hace todo para ellos y en atención de sus demandas.
Las minorías comenzaron a
rebelarse e iniciar largos procesos de conquistas. Los gays han logrado
importantes avances en el reconocimiento de su igualdad. Hasta las iglesias han
reconocido su dignidad y algunos Estados hasta sus derechos civiles. Los
indígenas tienen ganados importantes espacios de protagonismo en diferentes
países. El “black power” ha dado grandes pasos contra la discriminación. No lo
suficientes. El racismo suele reconfigurarse y presentar máscaras renovadas.
La globalización ha sido acelerada
desde los años ochenta y se ha expandido la cultura de los derechos humanos por
el globo. Todos quieren acceder a los bienes y bondades de los países
desarrollados. Se sienten con derecho. También quisieran que en sus países
funcione bien el Estado de Derecho. Pero no. La parte no desarrollada del mundo
lucha entre querer y no poder entrar a la modernidad. Internamente hay
problemas muy diversos y complejos. Pero también hay presiones externas que se
han perpetuado como factores de atraso y exclusión. La explotación irracional
de recursos naturales ha ocasionado depredación ambiental. Hay relación entre
desarrollo de unos y pobreza de otros.
Se ha abrazado el sistema
democrático como una opción ideal y racional para alcanzar el bienestar y
prosperidad. Hay países en los que parece funcionar mejor que en otros. Pero en
algunos es un saludo a la bandera. Los políticos hacen todo para ejercer su
esencia antidemocrática. Argumentan el absurdo que supone transgredir las leyes
con la certeza que les otorga el poder sobre los demás. El discurso aguanta
todo.
Por eso los migrantes escapan de
sus países. Ya no toleran los abusos de quienes administran la cosa pública
local. Ahora el tiempo está acelerado. Hay que vivir rápido “la vida loca”
porque ésta pasa volando. A eso se suma la crisis ambiental que castiga más a
los pobres. La nueva polarización mundial por el control del petróleo y
materias primas. La ignorante impostura de los poderosos que niegan en los
hechos lo que postulan en los discursos.
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