Una semana de lujo


La semana pasada estuvo de lujo en el ámbito cultural en Cochabamba. La pintura y la música fueron un especial refugio para constatar de cerca que los artistas no se detienen en su permanente búsqueda de creación. El arte es y siempre fue un espacio en el que los humanos encontramos la válvula de escape a los problemas cotidianos. Más aun en tiempos de podredumbre política. Es el pretexto para ejercitar la capacidad que nos distingue de las otras especies: imaginar cosas que no existen en base a lo que efectivamente existe.
Ha concluido la exposición “La sed que” del pintor chuquisaqueño José Carlos Auza que ha estado en el Centro Patiño por más de dos meses. Ha sido un privilegio para los cochalas poder apreciar una propuesta renovada y agresiva con una estética poco cultivada en nuestro país. Según el autor de trata de “neorrealismo o neoexpresionismo”. “Una mezcla del realismo figurativo en el que puede ser contemplado el hiperrealismo y el expresionismo abstracto”.
Utiliza óleo y carbón sobre madera así como y acuarela en papel o lienzo. Las pinturas retratan personas en primeros planos y en planos abiertos. Rostros que expresan dolor y melancolía. Figuras incompletas y lúgubres que son altamente realistas así como difusas. Un manejo de luz impresionante. Hay cuadros que son fotográficos por la precisión en la técnica. Son obras cuyo misterio invita a contemplar completando con la imaginación la fantasía sugerida por el autor. 
Tenemos el privilegio de tener todavía en exposición la muestra del pintor orureño Ricardo Romero o “Luigui 94” en el Huper Hotel Boutique. Se trata de una serie de obras que retratan escenas y objetos de la cultura orureña. Trabaja en los óleos una estética realista con colores fuertes propios de las culturas del altiplano orureño. También entra en el surrealismo con fotografías del carnaval retocadas con recursos digitales. Lo real se disuelve en lo fantástico sugerido por una especie de burbujas metálicas flotantes que generan liviandad en los objetos representados. Una propuesta que surge desde la subjetividad de un artista impresionado con la cultura orureña y sus rituales.

En el mismo acto de inauguración estuvo invitada la gran Luzmila Carpio acompañada por dos guitarristas de primer nivel. Interpretó varios de sus temas clásicos como “Piskitan piskan picananitan” (https://www.youtube.com/watch?v=xdN9NB4RXSY) y otros. Reafirmó su compromiso con el respeto a la Madre Tierra y a la vida de todos los seres vivos que habitan en ella. Otro privilegio para los cochabambinos que pudieron presenciar este importante acto.

Durante toda la semana se llevó a cabo una nueva versión del Llajta Jazz. Un esfuerzo de un grupo de jóvenes gestores relacionados con este género musical tan poco difundido y conocido en el país en general.  Una cantidad de músicos nacionales y extranjeros estuvieron deleitando a través de estilos tradicionales del Jazz y nuevas estéticas de Jazz-fusión con elementos de la música andina.

Se escucharon zampoñas y quenas haciendo solos muy creativos con aires locales. Charangos y pianos combinaron sus acordes para demostrar que en Bolivia comenzó a funcionar un Jazz con marca nacional y muy juvenil.

En el pasado el Jazz estaba en manos de personas mayores. Tanto músicos como el público eran en su mayoría adultos. Ahora los dueños del este nuevo jazz son jóvenes que producen o disfrutan de esta música de manera intensa y con proyección hacia nuevas formas que ciertamente irán apareciendo en las ciudades bolivianas.

El Festival estuvo dedicado y realizó un emotivo homenaje a uno de los semilleros de la batería en el Jazz boliviano. El gran Carlitos Salazar que nos dejó el año pasado generando un gran vacío en este mundo musical cochabambino.

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