También he llorado


Es la frase más repetida por quienes vieron la película Bohemian Rhapsody las últimas semanas en todo el mundo.  Se trata de un proyecto cinematográfico pensado para revivir (o construir) un mito del rock mundial generando buenas ganancias. Pasó eso con una película sobre el grupo The Doors. No es una biografía perfecta ni mucho menos. Es difícil reflejar en poco tiempo una vida tan llena de buena música y pasión. Una trayectoria conmovedora que marcó las últimas décadas con genialidad y mucha emoción. 
(radioenciclopedia.cu)

Faltaron importantes momentos y hechos de la vida de Freddie Mercury y de la propia banda. Queen apareció como un catalizador entre tres tendencias claras en la música rock y pop de la década post 60: La creciente sofisticación del rock progresivo (King Crimso, Yes) comenzó a coquetear la erudición y abandona la irreverencia política de la juventud anterior. El nacimiento del punk (Sex Pistols, Ramones) como respuesta dura y simple a la comodidad setentera. El surgimiento de la música disco (Bee Gees, Travolta) que resultó ser cautivante en su apuesta por la opción del baile y enamoramiento sin compromiso con el contexto social.

Queen tenía la fuerza del buen rock junto con un talentoso feeling romántico que revive aires de la música de Chopin y otros genios del siglo anterior. Su gran mérito es haber llevado a la perfección el Rock de Ópera. Las semillas ya habían sido sembradas por Lennon y McCartney en canciones como Getting Better o She's Leaving Home. Rapsodia Bohemia es la canción más impactante pero no es la mejor ni la única. Prophest Song es tan poderosa como impresionante en su arreglo coral. Nunca la tocaron en vivo. Solo un grupo gaucho (cover) “Dios Salve a la Reina” suele hacerlo en el tercer mundo y bastante bien. Tenían el mérito de no usar sintetizadores para contrarrestar el sonido electrónico de la mayor parte del rock británico sinfónico. Los momentos de psicodelia eran logrados con guitara eléctrica al viejo estilo de Hendrix (Get Down Make Love).

Su espectro rítmico es ilimitado. Tienen canciones folklóricas (39, de Brian May) y blues (My Melancholy Blues) con tanta versatilidad como valses (The Millionarie Waltz) que conectan la aristocracia burguesa del XIX con la inspiración juvenil de fines del XX. Traicionaron a su público ingresando al abominable y fácil mundo de la música disco. Comenzaron a usar sintetizador y simplificar su música. Su máxima obra personal (Barcelona) es compartida con la mejor soprano del mundo (Monserrat Caballet). El disco Innuendo es el sana-sana con su público rockero y también su despedida porque está a punto de morir. Todo eso está fuera de la película que se inclina más por algunos hitos personales de Freddie.

Entonces se recurre a la sexualidad y su enfermedad. Conecta la genialidad musical y su voz sobrenatural con el trágico desenlace de su muerte. Millones descargan canciones de Spotify entre lágrimas. Negocio redondo. Ojo en tinta al reggaeton.

Así funciona la industria cultural. Detecta demanda de consumo cultural y genera ofertas casi en formato receta. Promociona y vende dentro de estrategias globales y ahí están los resultados. Pipocas se humedecen con lágrimas de fanáticos e inocentes desconocedores de la banda y de lo ocurrido en esas décadas. La música de Queen es de lo mejor del rock inglés de los setenta. La vida de Mercury es inmensamente feliz y profundamente triste al mismo tiempo.

Los fans se emocionaron al escuchar bellas canciones muy bien logradas tanto en sonido como en imagen. La música normalmente no transmite ideas. Genera emociones. En este caso conexiones con recuerdos personales del pasado. Esa es una de las razones de su éxito.

La película es un buen melodrama con sufrimientos propios del mundo globalizado. En el fondo siempre gana el amor puro y verdadero. Eso se conecta con la trascendencia de la humanidad ante la muerte. En este caso la inmortalidad de la obra de uno de los músicos más importantes del siglo pasado. Alguien especial por utilizar el lenguaje simple de la vida cotidiana con una estética compleja propia del buen rock. Es una jugada magistral de la industria cultural. Hay ganancia por ambos lados. Los que ganan plata vendiendo y los que se emocionan consumiendo. Los que rescatan la genialidad de un artista extraordinario y quienes van descubriendo que música no solo es reggaeton.


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