Esquizoide obsesión del doble-pensar
Los usos de las redes sociales están cambiando
permanentemente gracias a la dinámica disputa política nacional. Las
intenciones de los sectores en pugna van desde la tentativa de control hasta la
transformación en privilegiados escenarios de acción y lucha. Son importantes
para algunas estrategias persuasivas. Despreciables para quienes piensan que la
gente no piensa. Ya no es posible imaginar la política fuera de ellas.
El Estado Plurinacional se ha instalado hace casi una
década utilizando recursos persuasivos a través de sistemas masivos que son
unidireccionales. Su lógica es manejar los medios masivos para sostener una campaña proselitista
permanente consistente en la construcción de un presidente que entrega obras
día y noche. Seductor contraste con regímenes sin proyecto del pasado. Se han
fortalecido los medios estatales y se han creado otros para atacar
persuasivamente la mente de la sociedad civil.
No ha sido fácil amoldar la antigua legislación de imprenta
a nuevos intereses hegemónicos. Los sectores vinculados con el periodismo y los
medios han demostrado firmeza ante cualquier tentativa de implementaralgún tipo
de amordazamiento del ejercicio de la Libertad de Expresión. Ambas partes han
descuidado el Derecho a la información.
Recurrieron a otras formas de control. Compra de acciones y
chantajes vía publicidad se han convertido en medidas más eficientes aunque no
explícitas. La persecución de voces
críticas y las costosas campañas propagandísticas también se han hecho
evidentes en la relación con los escenarios mediáticos de lucha y confrontación
política. Oficialismo y oposición han convertido cámaras en espadas para darse
duro donde mejor duela.
Hasta que ocurrió el 21-F teñido de datos y pos-verdades
especialmente en redes digitales que hasta entonces solo sirvieron para que la
sociedad civil exprese sentimientos y necesidades subjetivas de interacción. El
escenario político se trasladó de los medios masivos a las pequeñas pantallas
del celular y el ordenador. El desencanto oficialista intentó cerrar los ojos
pero tuvo que aceptar la cruda realidad. La cancha de juego pasó a manos de los
ciudadanos. Había que intentar controlar. Se creó la costosa Dirección Nacional
de Redespara identificar falsas identidades y mentiras pero del otro lado.
Desafío utópico en tiempos de redes que funcionan en base a la inteligencia
individual y no institucional ni corporativa.
Las redes inundaron el campo político con subjetividad y
datos fuera de control hegemónico. Las interacciones asumieron un tono más de
interés social que el emotivo uso particular inicial.
Hasta que la amenaza de la repostulación se cristalizó el
28-N con un fallo que
(escultura basada en un cuadro de MAGRITTE) |
Un nuevo desencanto comenzó a navegar en agitadas aguas
digitales. Frustración por la impotencia ante una estrategia hegemónica
avasalladora que juega con el significado de las palabras. “No quiero pero el
pueblo me lo pide”. Es el “doble-pensar” que Orwell inventó para explicar cómo
el poder destruye la significación consensuada del lenguaje simplemente por
tener poder. Y doble frustración por la constatación de que las redes ya no son
el espacio libre del debate. Ya no hay debate. Solo imposición esquizoide.“Soy bueno pero malo”. La obsesiva estrategia de
persuasión ha desarticulado la posibilidad del entendimiento democrático.
El 28-N sirvió para medir la temperatura del voto duro en un
momento de exaltación de la ira contra-hegemónica. Más del 30 % de votos a
favor son trabajables para el tiempo restante.
“No es suficiente gritar en feisbuc”. “No seas un rebelde
digital, tienes que salir a las calles”. Son ideas que expresan este nuevo
desencanto en las redes cuyo lado opuesto es el desafío de la acción directa y
movilizada. El 2018 traerá feroces formas de lucha dentro y fuera de las redes.
Todos lo saben. No será nada fácil para unos ni para otros.
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