Mucha sangre y poco pluralismo

Desde el surgimiento de los grandes medios masivos en el  S. XX se ha pensado con realismo que éstos tienen la función de informar y entretener. También se ha pensado casi de manera ilusoria que debieran cumplir la función de educar. Una cosa es lo que suponen los pensadores y otra es la realidad con la que los ciudadanos se relacionan con los medios. Las personas no los buscan para educarse. Los usan para distraerse o máximo informarse de lo que ocurre en el entorno.
La información veraz y oportuna es una función obligatoria que los Estados delegan a los medios de comunicación y sus periodistas. Los medios privados cumplen sus actividades dentro las reglas del mercado. Lo político no es ajeno a sus formas y contenidos informativos. La difusión de sus noticias es influenciada por la oferta y la demanda de temas de interés. Los medios públicos también están en el mercado pero sus lógicas políticas son más evidentes. En nuestro país fluctúan entre la información oficial de los gobiernos de turno y un uso propagandístico de sus espacios.
Los ciudadanos esperan que se cumplan los principios de pluralismo e imparcialidad presentes en la normativa vigente. Pero no es así. Algunos medios y periodistas hacen su trabajo correctamente. No son muchos. Los medios son parte instrumental de la polarización política. También son usados como arma de lucha para exaltar posiciones y actores concretos o afectar la imagen de los contrarios. Eso no es novedad en el mundo. No vivimos en un paraíso de periodistas y comunicadores angelitos. El pluralismo tiende a ser reducido a la cuestión étnica y no así a la política. Es un error de principio que redunda en la polarización.
El tratamiento técnico de la información ha sido invadido por las emociones y sensaciones rápidas cargadas de violencia. El sexo y la muerte son los eternos temas de explotación que salpican los programas informativos audiovisuales. Algunos impresos de alcance popular hacen lo suyo en cuanto a la sobre-saturación de la información sangrienta. La cantidad de temas de gestión pública es cada vez menor en los informativos que optaron por el tratamiento sensacionalista.
(Foto propia)
Así se está formando la opinión pública en tiempos de sociedad de la información. A ello se complementa la circulación informal de datos de las redes. Hay más circulación caótica mala y buena al mismo tiempo. Los citadinos construyen sus referentes de opinión combinando datos de todos lados. El monopolio de los medios tradicionales se ha debilitado ante los nuevos escenarios alternativos de formación de opinión pública. Cada vez hay más casos en que los medios tradicionales no pueden controlar la opinión de las personas. Vean elecciones presidenciales. Los grandes poderes quisieran también controlar redes pese a que éstas funcionan en base a las inteligencias ciudadanas. Complicado panorama tanto para viejos y nuevos poderes.También para los propios ciudadanos.

El mundo mediático actúa como conector de la racionalidad ideal de la democracia con la irracionalidad de las emociones que mueven el mercado. Los medios son empresas con vínculos políticos. Aceptar eso es más real que esperar que un día se pongan a educar. Aunque acaban educando informalmente en asuntos de vida cotidiana de interés de sectores carentes que requieren pautas de comportamiento para sus fines de movilidad social. Son procesos auto-educativos que ocurren en ausencia de proyectos de enseñanza. La telenovela melodramática y Laura acaban educando más que las instituciones destinadas a ello. El sensacionalismo proporciona más pautas de auto-protección ante la inseguridad ciudadana que los géneros formales. Hay de todo en el mundo mediático. Especialmente mucha sangre y poco pluralismo.

Comentarios

Lo mas leído

Metástasis total

Pinches Algoritmos

"Mi carnaval es mejor que el tuyo"