Juventud, divino y peligroso tesoro
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(foto propia) |
Es necesario atacar todo tipo de delincuencia. Pero no todos
los grupos juveniles son pandillas. Hay delincuencias más sofisticadas y
peligrosas para la sociedad que son intocables y conviven con sectores oficiales
del mundo adulto.
La modernidad ha creado el Estado de Derecho para el adulto
blanco y productivo. Pero los jóvenes y las etnias no clasifican para su
beneficio. Tampoco las mujeres. Por lo menos así se instaló la modernidad
occidental en nuestros países. Lo bueno es que los tiempos cambian y estas
minorías están en franco proceso de conquistas. La globalización ayuda a la
expansión de la cultura de los derechos humanos.
Los jóvenes viven bajo presión institucional que los obliga
a cumplir roles para la perspectiva productiva.Estudios y profesionalización
son sus máximos ideales. También un poco de deportes. Se les exige
responsabilidad y participación política. Se los reprime con violencia en sus
“excesos”. Se busca controlar sus pulsiones de vida a través de preconceptos
politizados. Se los condena porque están conectados con el mundo global con más
libertad que los adultos. Su consumo cultural “poco nacional” es clasificado
como alienante o despersonalizado. No se acepta su pasión por la “vida loca” de
las sensaciones.
Los adultos le demandan formalidad y acuden a su ayuda para
conectarse con el ciberespacio global. El
joven es el centro de atención de las industrias culturales. También es modelo
de “persona” para las estrategias de mercado. Pero en nuestro continente es un “raleado”
social. Millones de jóvenes no llegan a concluir la educación secundaria. Otro tanto
no puede entrar a la universidad por la urgente necesidad de trabajo. Miles de
esforzados e ilusionados profesionales están desempleados improvisando negocios.
Para otros solo les queda la triste butaca de la delincuencia o la
marginalidad.
El mundo adulto exige responsabilidad y promete un maravilloso
futuro a los jóvenes. Los castiga si no actúan bajo los parámetros adulto-céntricos
de decencia. Pero no cumple con ellos material ni simbólicamente. Les cierra
oportunidades de trabajo o los acepta en contratos on line. Los obliga a renunciar a derechos laborales al típico
estilo neoliberal. Les muestra que no existen méritos para acceder a cargos
públicos. No les permite ejercer el libre pensamiento o la independencia. Los
cuestiona en sus construcciones desterritorializadas de identidad. No les
perdona su capacidad de reaccionar ante la decadencia moral del mundo adulto.
Quiere controlarlos cuando hacen “memes” que reflejan la realidad de manera
cruda y sarcástica.
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(foto propía) |
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