Voto por Aristóteles

¿Cómo Aristóteles pediría nuestro voto si fuera candidato a gobernador o alcalde en Bolivia? Lo primero que haría sería pensar si su eventual triunfo sería beneficioso para la sociedad. Si el hecho de ser autoridad redundaría en beneficio de la comunidad o simplemente sería una estrategia para obtener beneficio personal.
Probablemente todos los candidatos tienen la convicción de que su rol en la historia de sus ciudades o departamentos será altamente trascedente. Todos creemos que somos buenos. En el fondo. Inclusive los peores. Hay quienes se acomodan con “haces el bien pero antes te beneficias también”. Para muchos equivale a “roba pero hace”. Una especie de conformismo con la renuncia a la ética.
Algunos candidatos describen mesiánicamente el país de las maravillas bajo su conducción. Muchos de ellos se olvidan que sabemos que lo que buscan es dinero y poder. Dineros sucios que pasan por debajo de las mesas. Asquerosos diezmos que no dejan huellas más que hinchazón de cuentas familiares y vertiginoso ascenso social. Poder sobre personas e instituciones. Poder para poner o sacar personas de cargos públicos con argumentos que dejan sabor de injusticia. Poder sobre el comportamiento del subordinado. Vigilar y castigar.
Aristóteles distinguía el filósofo del sofista. Este último es el que usa la oratoria para convencer aunque su argumento sea falso. Más o menos lo que hace la mayoría de los políticos cuando buscan el poder. Ofrecer cielo y tierra a los votantes para convencerlos de que su propuesta es la mejor y sin tomar en cuenta cómo interpretan esas ofertas. O pensando que la gente bordea los límites de la estupidez.

Para persuadir es necesario recordar que el receptor es siempre inteligente. Puede no estar informado correctamente pero ubica quién es más mentiroso o menos preparado. Percibe la calidad personal de los políticos cuando analiza sus argumentos y afirmaciones adornadas de promesas maravillosas y las contrasta con sus actos presentes y pasados.
Para convencer hay que tener antecedentes. Mejor si son buenos. Mejor si los candidatos demuestran convicción y conocimiento técnico. Analizan los problemas con lógica y pertinencia realista. No cuando improvisan irresponsablemente con absurdos irrealizables que se aproximan a la ficción.
Para Aristóteles es fundamental la racionalidad en la construcción de los mensajes. No es lo mismo que los votantes elijan analizando propuestas y proyectos que lo hagan por simple simpatía o antipatía. Ya tuvimos autoridades que ganaron elecciones por su cara y no por sus ideas. Tal vez no tenían otra opción. Tampoco es saludable que la gente vote ejercitando el instinto de rebaño. Hay quienes votarán por temor a perder la pega. Otros no podrán conseguir trabajo si no juran al partido. Son síntomas de totalitarismo que evita el pensamiento crítico o la divergencia. Una especie de anti pluralismo criollo militante.

Es importante la honestidad y la capacidad para pretender manejar la cosa pública. Es fundamental que las propuestas sean realistas para los votantes y sean realizables competentemente. Es obvio que los políticos deben respetar a los votantes porque son éstos los jueces últimos. Los que optarán por quien haya hecho mejor un discurso y los haya convencido. Las ideas de Aristóteles de la antigüedad son un idealismo para nuestro presente boliviano del siglo XXI. Eso no impide que como ciudadanos podamos esperar con cierto optimismo algo iluso un buen candidato aristotélico.   estemarcegua.blogspot.com

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