Fiesta gracias a las brujas y las almas

Detrás de toda fiesta siempre existe comunicación. La fiesta de Todos Santos es una de las más poderosas e importantes manifestaciones mestizas en Bolivia. Sus raíces tienen origen en culturas milenarias con rasgos comunes para muchos pueblos americanos y en la tradición católica llegada de Europa. La aceleración de la globalización y el aumento de los flujos de información de las últimas décadas ha generado una veloz dinámica que visibilizó más estas celebraciones. Pero también aumentaron las prácticas y apropiaciones de otras costumbres que para muchos resultan ser una amenaza a la sobrevivencia de esta tradición aimara. Se piensa que la “Noche de brujas” acabará destruyendo la “esencia” de la Fiesta de Difuntos. Es una preocupación por la forma y no por el fondo que es la interacción entre las personas vivas con las muertas.
Es curioso que en el siglo XXI las clases medias se preocupen por fiestas que sus antepasados coloniales no dudaron en reprimir. Prohibir el armado de mesas en el cementerio es efectivamente una mayor agresión a la integridad de la cultura. Son problemas de interculturalidad. También llama la atención que jóvenes de sectores hiper-conectados se apropien con tanto entusiasmo de una fiesta con raíz en culturas tan distantes como la celta. Obvio. El origen de los hábitos es lo que menos importa si de interactuar se trata en tiempos de globalización cultural. En Bolivia son comunes los conflictos inter-culturales. Siempre lo fueron. Nos olvidamos que a la Fiesta de Difuntos se le impuso otra cosmovisión que dio como resultado la hibridación más rica del calendario agrícola andino. Y se descuida el hecho de que la apropiación de Halloween no es coercitiva sino voluntaria.

Para muchos es un estado de “alienación”. Una categoría imposible de ser sustentada en tiempos de reconocimiento de la subjetividad como factor decisivo en la dinámica cultural. Todos los humanos actuamos conscientemente cuando practicamos nuestras costumbres o adoptamos otras. Todo lo que hacemos material o simbólicamente produce satisfacción. Es la base de toda manifestación cultural. Si algún hábito ya no nos satisface lo desechamos sin problema aunque sea parte de la tradición. Más aún si sustituimos por un nuevo comportamiento más gratificante. Las culturas siempre cambiaron a lo largo de la historia. Nada es estático mientras tenga vida. Aunque para nuestra tradición quechua y aimara ni la muerte detiene a la vida. Al contrario. La muerte garantiza la continuidad de ella. Por eso vivimos intensamente la visita de las almas cada dos de noviembre. Con ellas llega la época de lluvia. Elemento fundamental para la vida.
En la Fiesta de Difuntos los vivos sostenemos dos tipos de comunicación. La primera es la relación con los muertos cuyas almas llegan del más allá para permanecer y compartir con la familia. La segunda es la interacción de personas reales en torno a esa celebración con características de alegría y diversión propia de toda fiesta. Los mensajes de la mesa de difuntos son dirigidos a las almas en forma de altares con comida y bebida preferidas en vida por los seres queridos. También son mensajes para los vivos que rezan y cantan con la chispa y el humor propios de los ambientes familiares. La fiesta genera desinhibición y acaba con tensiones sociales. Resuelve conflictos y diluye diferencias entre los parientes que sienten la presencia añorada de su difunto. Es una comunicación con derroche de estética en todas las coloridas y sonoras manifestaciones. Es un exceso de creatividad y arte popular.
La Noche de Brujas no tiene la dimensión espiritual de una comunicación sobrenatural con seres queridos. La interacción entre personas reales es la marca de su lógica festiva. Las personas se transforman en monstruos y personajes de terror. Niños disfrazados tocan las puertas de casas adornadas tenebrosamente para proponer “dulce o truco”. Son otras comunicaciones que provocan risa y sorpresa entre amigos y también entre desconocidos. Generan relaciones y simpatías imprevistas en tiempos de fragmentación social e individualismo. Se articulan lazos sociales y comunitarios reales en un clima de complicidad. Son actos que provocan gratificación en lógicas novedosas y deslumbrantes especialmente para jóvenes. Es una prueba de que cuando las personas se apropian de hábitos ajenos se está ganando cultura y no necesariamente perdiendo.

Ambas fiestas producen satisfacciones y comienzan a convivir en un país que participa activamente de la dinámica global. Las dos promueven intensa comunicación entre juegos y chequeos. La Fiesta de difuntos es más fuerte y arraigada en sentimientos familiares y comunitarios que la Noche de Brujas. La preocupación por el supuesto triunfo de una fiesta sobre la otra es inútil. La globalización uniformiza los comportamientos a nivel mundial y fragmenta visibilizando la diferencia. Hay más gente practicando Halloween en el mundo y hay más gente practicando y promoviendo tradiciones ancestrales en los continentes. Todas sostenidas por la capacidad más rica de la sociedad humana. La comunicación.            

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