Contienda anti-higiénica
Políticos y electores están lamentando las posibles consecuencias de lo que llaman la guerra sucia. Las campañas en esta segunda vuelta se han recrudecido entre sangrientos ataques y contra-ataques que demuestran el bajo nivel de los políticos sedientos de poder. Denuncias sobre asuntos reales e inventados marcan esta encarnizada contienda electoral que definirá la historia de este complicado país. Cuesta separar la información del rumor o la mentira. Aunque los electores se dan modos para identificarlos. Es una ch´ampa guerra que confirma el instinto maquiavélico de nuestros políticos: “el fin justifica los medios”.
El sistema democrático occidental fue pensado
para permitir que el pueblo elija conscientemente a sus gobernantes. Para ello
tendrían que conocer las propuestas y planes de gobierno. En tiempos actuales
muchos votantes ni se interesan por saber si sus políticos favoritos tienen
algún plan o si éste es consistente o viable. Hay gente que vota por consigna
definida en cúpulas de poder. Como el “voto nulo” de los evistas resentidos por
la exclusión de la que fue objeto su líder.
Otros votan por simpatía simple y pura o por la pinta. También hay
quienes lo hacen analizando y pensando lo que sería mejor para el país y sus
propios proyectos personales.
Bolivia requiere reconducir su proyecto
económico de manera radical para superar las nefastas consecuencias del
populismo barato que acabamos de atravesar. Lo mismo ocurre en el campo
político que se orientó por maniqueísmos simplones de un materialismo seductor
de rebeldes. Ni qué decir del campo cultural que apologizó un reservorio moral
de la humanidad que se plagó de corrupción y narcotráfico. El resultado no fue
el esperado por sus inocentes intelectuales. Las masas campesinas entraron al
capitalismo de manera exitosa aunque informal. Hubo un empoderamiento material
y simbólico conectado con un proceso histórico de ascenso social que muestra
contundentemente sus pasos hacia la modernidad. El ascenso social de los
sectores indígenas no es un invento del MAS. Viene del siglo XX a través de
grandes hitos y movilizaciones contra un Estado colonial y racista que se
mostró ineficiente en su versión neoliberal.
Tuto no leyó ese proceso histórico, su vice
menos. Paz sí pero demagógicamente y Lara se especializó en insultar visceralmente a diestra y
siniestra. No está fácil salir de esta crisis. Una opción parece tener mejores
estrategias por el camino liberal. La otra muestra otra improvisación populista
fácilmente seductora de sectores populares no interpelados por tecnócratas
liberales. El voto se definirá en las próximas semanas. Aunque son pocos días,
todavía son bastantes para que ocurran cosas inesperadas. Más aún en este
contexto de suspenso emocional tan radical en el que se lanzarán todavía los
peores (mejores) dardos de la contienda anti-higiénica, más conocida como
guerra sucia.
Mientras tanto los ciudadanos se enteran de
verdades, mentiras y omisiones, propias de políticos que ya sienten que sus
traseros están acomodados confortablemente en la silla. Los medios de
comunicación, pese a sus compromisos económicos y políticos que distorsionan su
función de informar con veracidad e imparcialidad, todavía tienen espacios y
momentos de notable responsabilidad. En las redes sociales hay mejores opciones
de información a cargo de periodistas independientes y de ciudadanos que, en el
ejercicio de sus derechos, orientan mejor a través de análisis y contenidos
opinativos. Muchos son jóvenes que levantan el honor de ese sector tan
descalificado por discursos apocalípticos de adultos. También están quienes
están en plena batalla digital con difamación, datos falsos, alterando el curso
de la verdad. Los algoritmos ejercen su rol programado al activar burbujas de
ambos lados.
Lo que ocurra en esta “segundita” será producto
de un entramado de juegos de poder visibles e invisibles, en que los candidatos
harán todo por afectar al otro y ganar. No medirán consecuencias y menos,
recordarán que existen valores, moral y ética. Quienes decidirán el futuro
serán los votantes. Con información verdadera o falsa, su racionalidad se
articulará con emociones y sentimientos en una suerte de racionalidad cargada
de subjetividad, que será reflejo de sus necesidades de estabilidad,
crecimiento, progreso (gasolina, diésel, dólar, justicia justa, etc.). Así se
habrá configurado una verdad con elementos de la oferta electoral, el análisis
de los perfiles personales conectados con la credibilidad y una mezcla de
valores e intereses propios y ajenos. De ese modo, se habrá confirmado que toda
guerra es el fracaso del entendimiento y nunca fue ni será limpia, y que las
elecciones obligarán inevitablemente a llegar a acuerdos.
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